Este relato está incluido en el libro "Cuentos de los años felices", editado en 1993 por la Editorial Sudamericana.
Orlando el Sucio vino al club como entrenador en 1961. Declaró que nos iba a conducir a la copa de la mano o a las patadas. "Yo soy un ganador nato", nos dijo y se refregó la nariz achatada. Era petiso, barrigón, de pelo grasiento y tenía tantos bolsillos en la ropa que cuando viajaba no necesitaba equipaje. Después del primer entrenamiento nos llamó uno a uno a todos los del plantel. No sé qué les dijo a los otros, pero a Pancho González y a mí nos llevó a un costado del terreno y nos invitó con caramelos de limón que sacó del bolsillo más pequeño.
-Usted tiene aspecto de no hacerle un gol a nadie -dijo y miró los ojos tristes de Pancho. Orlando tenía las pupilas grises como nubes de tormenta y la barba mal afeitada.
-Para eso está él -le contestó González y me señaló con la cabeza. Pancho era nuestro Pelé, un tipo capaz de arrancarle música a la pelota y si no hacía goles creo que era por temor a que después no le devolvieran la pelota.
-Usted es duro con la derecha, viejo -me dijo a mí-, pero desde mañana empieza a pegarle contra la pared hasta que se le ablande.
Desde entonces me tuvo un mes haciendo rebotar la pelota contra una pared con la pierna más torpe. Había colgado un neumático de coche a un metro del suelo y yo tenía que embocar en el agujero desde veinticinco metros de distancia. A cada rebote corría para recogerla al vuelo otra vez con el mismo pie y así me quedaba, horas y horas. Orlando el Sucio me vigilaba y de tanto en tanto se acercaba a invitarme con un caramelo y decirme que un goleador debe ser preciso como un relojero y ágil como una liebre.
Cuando vio que yo había afinado la puntería, llamó a González y nos reunió en un boliche de mala muerte donde el viento del desierto sacudía la puerta y entraba por las rendijas de las ventanas. Pedimos vino blanco y queso de las chacras y Orlando revolvió en los bolsillos hasta que encontró un frasco sin etiqueta y una libreta de apuntes. Echó la cabeza hacia atrás, se llenó la nariz con unas gotas amarillentas, respiró hondo con un gesto de disgusto y nos miró como a dos amigos de mucho tiempo.
-No quiero pudrirme en este lugar de mierda -dijo con voz desencantada-. Hay que rajar para Buenos Aires antes de que nos lleve el viento o nos agarre la fiebre amarilla.
González asintió con su cara dulce y se dio por aludido.
-Tengo que tirar más seguido al arco -se disculpó.
-No, usted va a hacer algo más útil. Mire.
Bebió un trago de vino que se le chorreó sobre la camisa, abrió la libreta llena de apuntes a lápiz y se puso a dibujar un arquero con trazo torpe. Lo hizo con gorra pero sin ojos ni nariz ni boca.
-Éste es su hombre en el córner -y buscó en otro bolsillo un pañuelo con un nudo-. Usted lo anula y él la manda adentro.
Me estaba señalando con el lápiz. Pancho González puso cara de sorpresa.
-En el área chica no se puede cargar al arquero.
-No, no se trata de eso, hay que darle un pinchazo, nada más.
Al principio no entendimos pero cuando desanudó el pañuelo vimos las espinas de cactus atadas con un hilo azul.
-Aquí, ¿ve? -señaló la silueta del arquero a la altura de las nalgas-. Se quedan duros como estarnas.
Sacó dos espinas, las miró al trasluz y nos alcanzó una a cada uno. González observó la suya con curiosidad y un poco de repugnancia, él, que siempre se marchaba del terreno felicitado por los adversarios.
-Yo no soy ningún criminal -dijo y tiró la espina sobre la mesa. En ese momento el viento hizo temblar las ventanas y los tres quedamos cubiertos de polvo.
Orlando el Sucio hizo una mueca de contrariedad o de desilusión y le puso una mano sobre el brazo: Vea, González, usted no le va a marcar un gol a nadie en toda su vida y yo necesito salir de aquí. Si usted no quiere hacerlo, puedo poner a otro. Piénselo. Uno no puede pasarse la existencia con la nariz seca y pagando mujeres en el prostíbulo. Yo tengo un contacto en Boca y si ganamos nos vamos los tres a Buenos Aires. ¿Ustedes ya conocen?
Los dos dijimos que no. Entonces me miró a mí, con sus ojos de tormenta y se tocó la nariz.
-¿Usted sangra fácil? -me preguntó.
Al principio no entendí pero más tarde tomé conciencia de que en esa mesa habíamos empezado a ganar la final que un mes después se jugó dos mil kilómetros más al sur, en Río Gallegos.
-Como todo el mundo -le contesté-. Si me dan un codazo...
-Justamente -dijo-, usted va a recibir un codazo y se va a quedar en el suelo, chorreando sangre. Sin hacer aspaviento, medio desmayado, ¿me sigue?
-La verdad, no.
-En el momento que yo le haga una seña desde el banco usted se pellizca la nariz hasta que sangre. Hay que hacerlo expulsar al cinco de ellos que es el que lleva la manija.
Después, en la pensión donde él vivía, Orlando el Sucio me revisó la nariz con una linterna, encontró la vena adecuada y me explicó cómo debía hacerlo. Detestaba ese lugar y si había venido desde Buenos Aires era porque necesitaba algún dinero y andaba detrás de alguien. Por las noches se sentaba solo en el bar mirando el fondo del vaso y dibujaba la silueta de una mujer en las servilletas. La madrugada antes de viajar a Río Gallegos lo encontré en el prostíbulo del pueblo. Estaba sentado en el sillón de la sala de espera de la gitana Natasha, diluido detrás de una lámpara, con el cigarillo entre los dedos y un paquete de masas sobre las rodillas apretadas. Al verme puso cara de reproche pero después me convidó con un caramelo de limón y señaló la puerta de la pieza con un gesto.
-¿Usted también cobró?
Le dije que sí.
-Un goleador tiene que cuidarse -dijo y volvió a señalar la puerta de la habitación-. Si usted aprende a pegarle con la derecha nos vamos a llenar de oro.
-Eso ya me lo dijo otro entrenador.
No me oyó. Metió la mano en un bolsillo perdido entre los pliegues de la cazadora y sacó una revista arrugada, abierta en la página donde había una foto de la calle Corrientes en el cruce del Obelisco.
-Mire -me dijo-, aquí tenemos que llegar nosotros. Yo tengo un amigo...
-En Boca -dije.
-Boca -sonrió-. Ése es el primer paso. Después Barcelona o Juventus. Pero para eso hay que manejar las dos piernas y acercarse a algún lugar civilizado donde nos puedan ver.
-¿Por qué odia tanto a este pueblo? -le pregunté.
-Algún día, cuando llegue aquí -señaló la foto de la revista-, se lo voy a contar.
La gitana Natasha abrió la puerta y lo vi darle un beso en la mejilla mientras dejaba el paquete de masas sobre la cama. Afuera el viento levantaba remolinos de arena y hacía rechinar los dientes de las mujeres que esperaban clientes en la puerta. Entré en lo de una flaca muy blanca, de piernas afeitadas, que hablaba todo el tiempo de unos inspectores de higiene que la perseguían y la extorsionaban. Mientras le pagaba vi, abajo del cenicero, la misma revista que tenía Orlando el Sucio, abierta en la misma página.
Al día siguiente salimos para Río Gallegos en un ómnibus al que hubo que empujar en los pantanos y en las subidas. En dos días llegamos a una ciudad cubierta de nieve y fuimos a jugar casi sin descansar, con un frío inolvidable. Pancho González se puso a pisar la pelota, a hacer amagues, a mover la cintura, a picar y a gambetear hasta que nos mareó a todos. El cinco de ellos no se me acercó demasiado pero igual yo protesté y me quejé varias veces para que el referí lo tuviera bien señalado. Cuando empezó el segundo tiempo pasé a su lado, me pellizqué la vena de la nariz y me tiré al suelo con la camisa bañada en sangre. El cinco se cansó de explicar que no me había hecho nada. Yo estaba allí en el piso, sangrando como un cordero degollado y a él lo expulsaron de la cancha por juego sucio. Orlando vino a ponerme una pomada para cicatrizar la herida y me dijo que así nunca iríamos al cielo pero que tal vez llegáramos a Chacarita y en una de ésas a Boca. Enseguida Pancho González hizo un gol de tiro libre y nos asombró a todos. Después fue goleada y todo anduvo bien hasta que en un córner se produjo un entrevero y González dejó la espina clavada en un brazo del arquero. El árbitro se enfureció pero como le discutíamos y alguien se atrevió a patearle los tobillos, suspendió el partido y llamó a los gendarmes para que pusieran orden.
Estuvimos tres días refugiados en un cuartel de bomberos y no hubo manera de salir por la carretera donde nos esperaban los hinchas de Río Gallegos. Al amanecer los gendarmes nos pusieron en un barco de carga y ésa fue la única vez que estuve en el mar. Viajamos dos semanas sin camarote, comiendo porquerías, hasta que nos arrojaron en un puerto miserable. Mucho tiempo después nos enteramos de que el partido había sido declarado nulo y que ese año no hubo campeón. Orlando el Sucio ya no estaba con nosotros.
Años más tarde, cuando yo era periodista en Buenos Aires, se apareció en la redacción, ya calvo, pero siempre lleno de bolsillos. Venía a publicitar un método infalible para ganar a la ruleta y me preguntó por qué me había frustrado como goleador.
-No sé, un día el arco se me hizo más chico -le dije.
-A veces pasa -me dijo, y me alcanzó una foto de cuando él era joven. Estaba con la camiseta de Independiente-. Tres cosas marcaron mi vida -explicó-. El día que se me achicó el arco, la noche que perdí cien mil pesos en el casino y la madrugada que se fue la mujer de la que estaba enamorado. Cuando nos conocimos en el sur yo estaba buscando a esa mujer y a alguien que hiciera los goles en mi lugar. Usted no pudo ser por aquel accidente, pero encontré a otro pibe en Mendoza y nos cansamos de ganar finales. ¿Sabe cómo volví a Buenos Aires? ¡Me trajeron en andas!
-¿Encontró a la mujer? -le pregunté. -No -dijo, y se le ensombreció la mirada-. Siempre hay que resignar algo en la vida. ¿Quiere que le diga una cosa? Usted tenía talento en el área. Es una lástima que haya terminado así, teniendo que escribir tonterías. Seguro que no aprendió a pegarle con la derecha.
-Al menos tengo suerte con las mujeres -mentí. Me miró con una mueca despectiva, sacó un par de caramelos de limón y me pasó uno.
-Ése es un buen consuelo -dijo, y me guiñó un ojo.
Fuente: http://descontexto.blogspot.com
martes, 29 de noviembre de 2011
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Los videojuegos: La publicidad más sucia
Seguro que alguna vez miraron un anuncio publicitario y se han quedado sorprendidos, sea por su ataque directo a la competencia o por frivolizar con un tema serio. Las empresas de videojuegos, igual que las demás, no se quedan cortas en esto de repartir estopa, tanto que en muchas ocasiones ha tenido que ser prohibida o censurada.
Un determinado día una empresa decide hacer una gran presentación de su consola en una ciudad. Lo anuncia a bombo y platillo y, llegado el día, se encuentra con la ciudad llena de panfletos de la competencia, y un barco por el río con anuncios sonoros. Menuda faena, ¿no?
A este tipo de "juego sucio" me refiero. Hay empresas a las que todo les vale con llamar la atención, como tratar los temas más polémicos a la ligera o resaltar lo más controvertido de sus productos:
Una empresa que siempre se ha destacado por su agresividad publicitaria es Sega. En los años 90, en plena guerra de los 16 bits, difundía el siguiente anuncio:
"Genesis does what Nintendon´t" (Mega Drive hace lo que Nintendo no. Además mezcla la palabra Nintendo con "no"). Así de buen rollo, un ataque directo a otra empresa. Sega quería resaltar la calidad gráfica de sus últimos títulos, pero por desgracia con el tiempo Super Nintendo tendría juegos mucho más potentes gráficamente.
Seguimos con Sega. En este caso con una publicidad directamente desagradable. Seguramente después de esto, se pensaron más a qué agencia de publicidad dejarles la imagen de la compañía. Se trata de la publicidad de Game Gear:
Cuando Nintendo lanzó los Game Boys con carcasas de colores, pero con la misma pantalla de cuatro tonos de color, Sega intentó hundir el barco con anuncios que resaltaban ese defecto de la Game Boy, y la impresionante cantidad de colores de su Game Gear:
Pero no sólo vamos a sacarle trapos sucios a Sega. Nintendo no se salva en absoluto. Cuando se lanzó la N64, la empresa se "lució" con el siguiente anuncio:
"¿Platinum?, no gold". La referencia era a los juegos serie "platinium" de PSX (Playstation), pero la directora comercial de Sony España ironizó diciendo "Me ha encantado la publicidad de Nintendo, ¿no saben que el platino es más caro que el oro?". Además la serie platinium ofrecía grandes juegos a precio reducido.
Otro curioso anuncio de Sega, utilizando el recurso fácil de poner a una chica en bikini. El juego que se anuncia, se considera por muchos, el peor Sonic:
Sony también ha tenido sus polémicas con la publicidad. El siguiente anuncio tuvo que ser retirado al considerarlo racista:
Se anuncia la PSP blanca, y se ve a una chica blanca agarrando por el cuello a una chica negra. Curioso, pero ¿racista? Que cada uno juzgue por sí mismo.
Sony definitivamente metió la pata con la siguiente campaña publicitaria. En la presentación de God of War II decidió montar una fiesta medieval, con chicas semi-desnudas y una cabra decapitada. Evidentemente decenas de asociaciones en defensa de los animales protestaron enérgicamente ante esta lamentable campaña. La foto habla por sí sola:
Volvemos a Sega. En otro anuncio de Virtua fighter para la 32x parece que directamente buscaron polémica, sobre todo por el tema de los malos tratos a menores. El anuncio decía: "Los buenos padres son los que pegan a sus hijos". Desconozco si hubo versión en español de este anuncio, pero sin duda es polémico.
Saturn (Sega) tampoco se libró de anuncios polémicos. En éste no sólo te invitaba a pegarte sino que te dejaba en mal lugar. Al menos es un anuncio divertido:
Anuncio del Mega CD. Para anunciar "Virtua Cop" se dedicaron a frivolizar con la pena de muerte:
Y la cosa continúa. Pasabas página y te encontrabas el rostro de una señora mayor y la frase "No te mueras sin comprar tu Mega CD. ¿Alguien le encuentra la gracia?
Y seguimos con "Virtua Fighter" (se lucieron)
Otro gran problema que tuvo Sony fue con los suicidas. Resulta que no se les ocurrió otra cosa que poner en el metro carteles con la frase "salta". Algunos apuntando a las vías. Toda una invitación a los suicidas, que en ciudades como Bruselas se cuentan por miles:
Veamos un caso de publicidad y contra-publicidad. Sony anunciaba su PSX con el famoso "Abre tu mente al poder de Playstation" y entonces Nintendo, aprovechando que la SNES había sido elegida mejor consola del año 1995, le dejó esta perla:
Sin embargo, la siguiente consola de Nintendo no tuvo tanto éxito, y encima tardaba en llegar, porque Ninty intentó contener las ansias de sus fans con un anuncio, con el único objetivo de que no se pasasen a Sony y compraran PSX:
Pero sin duda, una de las mayores faenas la hizo Microsoft, en la presentación de PS3 (Playstation 3) en París. Sony tenía preparada una gran fiesta para su consola, y el mismo día de la celebración un enorme barco publicitario de XBOX 360 recorría el río Sena regalando camisetas y con publicidad a todo volumen. Un verdadero golpe bajo.
Fuente: www.dswii.es/9895/los-expedientes-x-de-los-videojuegos-la-publicidad-mas-sucia/
Un determinado día una empresa decide hacer una gran presentación de su consola en una ciudad. Lo anuncia a bombo y platillo y, llegado el día, se encuentra con la ciudad llena de panfletos de la competencia, y un barco por el río con anuncios sonoros. Menuda faena, ¿no?
A este tipo de "juego sucio" me refiero. Hay empresas a las que todo les vale con llamar la atención, como tratar los temas más polémicos a la ligera o resaltar lo más controvertido de sus productos:
Una empresa que siempre se ha destacado por su agresividad publicitaria es Sega. En los años 90, en plena guerra de los 16 bits, difundía el siguiente anuncio:
"Genesis does what Nintendon´t" (Mega Drive hace lo que Nintendo no. Además mezcla la palabra Nintendo con "no"). Así de buen rollo, un ataque directo a otra empresa. Sega quería resaltar la calidad gráfica de sus últimos títulos, pero por desgracia con el tiempo Super Nintendo tendría juegos mucho más potentes gráficamente.
Seguimos con Sega. En este caso con una publicidad directamente desagradable. Seguramente después de esto, se pensaron más a qué agencia de publicidad dejarles la imagen de la compañía. Se trata de la publicidad de Game Gear:
Cuando Nintendo lanzó los Game Boys con carcasas de colores, pero con la misma pantalla de cuatro tonos de color, Sega intentó hundir el barco con anuncios que resaltaban ese defecto de la Game Boy, y la impresionante cantidad de colores de su Game Gear:
Pero no sólo vamos a sacarle trapos sucios a Sega. Nintendo no se salva en absoluto. Cuando se lanzó la N64, la empresa se "lució" con el siguiente anuncio:
"¿Platinum?, no gold". La referencia era a los juegos serie "platinium" de PSX (Playstation), pero la directora comercial de Sony España ironizó diciendo "Me ha encantado la publicidad de Nintendo, ¿no saben que el platino es más caro que el oro?". Además la serie platinium ofrecía grandes juegos a precio reducido.
Otro curioso anuncio de Sega, utilizando el recurso fácil de poner a una chica en bikini. El juego que se anuncia, se considera por muchos, el peor Sonic:
Sony también ha tenido sus polémicas con la publicidad. El siguiente anuncio tuvo que ser retirado al considerarlo racista:
Se anuncia la PSP blanca, y se ve a una chica blanca agarrando por el cuello a una chica negra. Curioso, pero ¿racista? Que cada uno juzgue por sí mismo.
Sony definitivamente metió la pata con la siguiente campaña publicitaria. En la presentación de God of War II decidió montar una fiesta medieval, con chicas semi-desnudas y una cabra decapitada. Evidentemente decenas de asociaciones en defensa de los animales protestaron enérgicamente ante esta lamentable campaña. La foto habla por sí sola:
Volvemos a Sega. En otro anuncio de Virtua fighter para la 32x parece que directamente buscaron polémica, sobre todo por el tema de los malos tratos a menores. El anuncio decía: "Los buenos padres son los que pegan a sus hijos". Desconozco si hubo versión en español de este anuncio, pero sin duda es polémico.
Saturn (Sega) tampoco se libró de anuncios polémicos. En éste no sólo te invitaba a pegarte sino que te dejaba en mal lugar. Al menos es un anuncio divertido:
Anuncio del Mega CD. Para anunciar "Virtua Cop" se dedicaron a frivolizar con la pena de muerte:
Y la cosa continúa. Pasabas página y te encontrabas el rostro de una señora mayor y la frase "No te mueras sin comprar tu Mega CD. ¿Alguien le encuentra la gracia?
Y seguimos con "Virtua Fighter" (se lucieron)
Otro gran problema que tuvo Sony fue con los suicidas. Resulta que no se les ocurrió otra cosa que poner en el metro carteles con la frase "salta". Algunos apuntando a las vías. Toda una invitación a los suicidas, que en ciudades como Bruselas se cuentan por miles:
Veamos un caso de publicidad y contra-publicidad. Sony anunciaba su PSX con el famoso "Abre tu mente al poder de Playstation" y entonces Nintendo, aprovechando que la SNES había sido elegida mejor consola del año 1995, le dejó esta perla:
Sin embargo, la siguiente consola de Nintendo no tuvo tanto éxito, y encima tardaba en llegar, porque Ninty intentó contener las ansias de sus fans con un anuncio, con el único objetivo de que no se pasasen a Sony y compraran PSX:
Pero sin duda, una de las mayores faenas la hizo Microsoft, en la presentación de PS3 (Playstation 3) en París. Sony tenía preparada una gran fiesta para su consola, y el mismo día de la celebración un enorme barco publicitario de XBOX 360 recorría el río Sena regalando camisetas y con publicidad a todo volumen. Un verdadero golpe bajo.
Fuente: www.dswii.es/9895/los-expedientes-x-de-los-videojuegos-la-publicidad-mas-sucia/
lunes, 24 de octubre de 2011
miércoles, 19 de octubre de 2011
Setenta balcones y ninguna flor (Baldomero Fernández Moreno)
Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?
La piedra desnuda de tristeza
¡dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta lleno de ilusiones?
¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?
Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave...
¡Setenta balcones y ninguna flor!
Fuente: www.poemas-del-alma.com
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?
La piedra desnuda de tristeza
¡dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta lleno de ilusiones?
¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?
Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave...
¡Setenta balcones y ninguna flor!
Fuente: www.poemas-del-alma.com
Etiquetas:
Baldomero Fernández Moreno,
Poesía
lunes, 10 de octubre de 2011
Memorias de un wing derecho (Roberto Fontanarrosa)
Este relato está incluido en el libro "El mundo ha vivido equivocado", editado en 1982 por Ediciones de la Flor S.R.L.
Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso no me lo enseñó nadie. Son cosas que uno ya sabe solo. Y meter centro o ponerle al arco como venga. Para eso son wines. No me vengan con eso de wing "ventilador" o wing "mentiroso" o las pelotas. Arriba y contra la raya. Abriendo la cancha para que no se amontonen los forwards en el medio. Nada de andar bajando a ayudar al marcador de punta ni nada de eso. Si el marcador de punta no puede con el wing de él... ¿para qué m... juega de marcador de punta? Lo que pasa es que ahora cualquier mocoso le sale con esas teorías nuevas y nuevas formas de juego o te viene con la "holandesa" o la "brasileña" y otras estupideces.
¡Por favor! El fútbol es uno solo y a mí no me sacan de la formación clásica: el arquero bien parado en la raya y atento. Por ahí escucho decir que Gatti juega por toda el área o sale hasta el medio de la cancha... Y bueno, así le va. Yo al arquero lo quiero paradito en su arco y nada más. Para eso es arquero. Después una línea de tres. Después otra de cinco. Y arriba que nos dejen a nosotros tres. Más de veinte años hace que jugamos así y nos hemos podrido de hacer goles. De a siete hacemos. Yo ya debo llevar como seis mil ochocientos. Yo solo... ¡Después me dicen de Pelé! O arman tanto despelote porque Maradona hizo cien. Cien hago yo en una temporada. Y en verano, cuando los pibes se quedan en el club como hasta las dos de la matina, me atrevo a hacer cuarenta, cincuenta goles por semana. Cuarenta, cincuenta. Yo solo... Maradona... ¡Por favor! Y eso para no hablar del centrofoward nuestro. Debe llevar más de doce mil goles. Por debajo de las patas... Y... ¡el tipo está ahí! Donde deben estar los centrofoward. En la boca del arco. En el área chica. Pelota que recibe, ¡pum!, adentro. A cobrar. Y ojo, que el nueve de los de Boca no es malo tampoco.
Es el mismo estilo que el nuestro. Siempre ahí: en la troya. Adonde están los japoneses. ¡Nos ha amargado más de un partido, eh! Yo no he visto los goles que nos ha hecho pero escucho los gritos y el ruido de la pelota adentro del arco. Le da con un fierro el guacho. Pero, claro, tiene dos wines que son dos salames. Por ahí si jugara al lado mío él también habría hecho como doce mil goles. ¡Si le habré servido goles al nueve! ¡Si le habré servido goles! Me acuerdo el día del debut. Le estoy hablando de hace veinticinco años, veinticinco años, un cuarto de siglo. Sacaron la lona que cubría la cancha y le juro que nos encegueció la luz. Un solazo bárbaro. Yo casi no podía ver por el resplandor en las camisetas, especialmente en las nuestras. Claro, por el blanco. Las bandas rojas parecían fuego. No como ahora, que está saltado todo el esmalte y se ve el plomo. O el piso, del verde ya no queda casi nada. ¡Cómo está esta cancha! ¡Qué lástima! Que poco cuidada está. Pero bueno, ese día fue algo inolvidable. Era domingo al mediodía y se ve que los muchachos estaban alborotados porque esa tarde jugaban River y Boca en el Monumental y ellos se habían reunido en el club para irse todos juntos en el camión para el partido. ¡Huy, lo que era ese día! Y claro, llegaron ahí y se encontraron con que la Comisión Directiva había comprado el metegol.
Yo había escuchado desde abajo de la lona que pensaban inaugurarlo esa noche cuando los socios se juntaban en la sede social a comentar los partidos o tomarse un fernet antes de cenar. Pero... ¡qué!... apenas los muchachos vieron el metegol al lado de la cancha de básquet ni siquiera se molestaron en meterlo adentro. ¡Además, esto es pesado, eh! No sé cuántos kilos debe pesar esto, pero es pesado. Puro fierro, de las cosas que se hacían antes. Bueno, ahí nomás lo destaparon y se armó el partido. Yo calculo, calculo, que había de haber entre veinte y veinticinco personas viendo el partido. ¡No menos, eh! No menos. Una multitud. Y había apuestas y todo. Le digo que calculo que había esa gente porque yo ni miré para arriba, le juro, no me atrevía a levantar la vista del cagazo que tenía. Le juro. Uno escuchaba bramar esa tribuna y temblaba.
¡Qué cosa inolvidable! Nosotros, los tres de adelante, tuvimos suerte porque el tipo que nos manejaba se ve que sabía. Yo apenas sentí que me movía, dije: "Hoy vamos a andar bien".
Porque también es importante el tipo que a uno le toque para manejarlo. Usted podrá tener condiciones, es más, podrá ser un fenómeno, pero si el que está afuera es un queso, va muerto. Y yo le digo, ahora, con experiencia, yo apenas noto cómo el tipo me mueve ya me doy cuenta si conoce o no. Es una cuestión de experiencia, nada más. No es que uno sea sabio. Escúcheme, usted ve un tipo cómo se para en la cancha y ya sabe cómo juega al fútbol. No tiene necesidad ni de verlo correr. ¡Por favor! Pero ese día se ve que el tipo conocía. No era ni improvisado ni uno que agarra la manija porque está aburrido y para matar el tiempo se juega un metegol. De esos que usted trata de ayudarlos, de darles una mano pero al final el que queda como un patadura es usted. Cuando el culpable es el que tiene la manija. Y usted los escucha gritar: "¡Qué tronco es el siete ese! ¡Qué animal el wing!". Hay que aguantar cada cosa. ¡Por favor! Pero ese día no. Ese día tuve suerte, lo que es importante en un debut. Y más en un River-Boca. Usted sabe bien cómo son estos partidos. Un clásico es un clásico, digan lo que digan ahora yo ya tengo como treinta mil clásicos jugados y así y todo, le digo, todavía cuando escucho el pique de la primera pelota en la mitad de la cancha me pongo nervioso. Parece mentira. Es que son partidos muy parejos. Somos equipos que nos conocemos mucho. Pero aquel día tuvimos suerte, por lo menos los de adelante. De la mitad de la cancha para adelante la rompimos, la hacíamos de trapo. "Tachola", me acuerdo que se llamaba el que tenía la manija. Me acuerdo porque le gritaban permanentemente y además porque durante cuatro años vuelta a vuelta venía al club y jugaba. ¡Cómo sabía ese tipo! Lo arruinó la bebida. Cuando llegaba en pedo yo me daba cuenta porque nos hacía hacer molinetes y cada cagada que ni le cuento. Un día me hizo hacer un molinete y yo cacé un chute que la pelota saltó del metegol e hizo sonar un vaso. Me quería hacer pagar a mí el desgraciado. Pero cuando estaba sobrio era un león. Y ese día la gasté. En la defensa no andábamos tan bien porque el que manejaba a los de atrás era un salame. Un paspado. Pero con los de adelante bastaba.
No hay mejor defensa que un buen ataque, mi amigo, eso lo sabe cualquiera. ¡Por favor! Ahora se meten todos abajo. Están locos. Tres pepas hice ese día. Y las otras tres se las servía al nueve, al morochón. Porque es morochón; ahora se le despintó el lope, pero es morochón. Y no tenía bigotes. Lo que pasa es que algún mocoso se los pintó con birome para que se pareciera a Luque. Un gol, me acuerdo, un gol, la bola rebotó en el córner y se me vino. Íbamos perdiendo uno a cero, porque ¡ojo! Habíamos arrancado perdiendo, y la hinchada bramaba. La puse debajo de la suela y casi la astillo. La empecé a pisar y me la traje despacito para el medio. El nueve se fue para la izquierda y el once también, para abrirme un buco. Yo la amasé y un par de veces amagué el puntazo, pero el fullback me tapaba el tiro y no veía ángulo para el taponazo. Le cuento que yo no le hago asco a patear y cuando veo luz la sacudo. A mí no me vengan con boludeces. Pero el rubio que me marcaba me tapaba bien. Entonces yo agarro y la engancho de nuevo para afuera, para mi lado, como para meterle un derechazo cruzado, al segundo palo, a la ratonera. ¡Si habré hecho goles así! Y cuando el rubio me sigue para taparme y el arquero cubre el primer palo, de revés nomás, cortita, la toco para el medio. Y el nueve, sin pararla che, le puso semejante quema que abolló la chapa del fondo del arco. ¡Qué golazo! ¡Lo que fue eso! Yo lo había escuchado al Negro, lo había escuchado. Cuando yo me abrí para la derecha vi que la defensa se venía conmigo. Y lo escuché al Negro que me grita: "¡Ah!". Y se la toqué. Lo mató el Negro. Lo mató. La hacemos siempre a ésa. Diga que ya nos conocen. ¡Qué partido fue ése!
Y para esta noche tenemos uno lindo. Si es que vienen los muchachos. Porque los escuché decir que iban a las maquinitas. Siempre hablan de las maquinitas. Vaya a saber qué es eso. Acá una vez al club trajeron una. Yo siempre escuchaba unos ruidos raros, unas cosas como "pluic", "plinc", "clun" y unas sacudidas. Unas luces. Pero después no lo sentí más. Dicen que se le jodió algo adentro a la máquina, algún fusible y nunca hay guita para comprarlo. Son máquinas delicadas. De ésas que hacen los yanquis. Por eso los muchachos siempre vuelven. Porque el fútbol es el fútbol. Ésa es la única verdad. ¡Qué me vienen con esas cosas! Son modas que se ponen de moda y después pasan. El fútbol es el fútbol, viejo. La única verdad. ¡Por favor!
Fuente: http://descontexto.blogspot.com
Dato: Eduardo Sacheri (escritor de la novela La pregunta de sus ojos, que más tarde fue adaptada al cine llamándose El secreto de sus ojos) se basará en este relato para realizar, junto a Juan José Campanella, una película llamada Metegol. Esta se proyectará en las vacaciones de invierno del año que viene.
Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso no me lo enseñó nadie. Son cosas que uno ya sabe solo. Y meter centro o ponerle al arco como venga. Para eso son wines. No me vengan con eso de wing "ventilador" o wing "mentiroso" o las pelotas. Arriba y contra la raya. Abriendo la cancha para que no se amontonen los forwards en el medio. Nada de andar bajando a ayudar al marcador de punta ni nada de eso. Si el marcador de punta no puede con el wing de él... ¿para qué m... juega de marcador de punta? Lo que pasa es que ahora cualquier mocoso le sale con esas teorías nuevas y nuevas formas de juego o te viene con la "holandesa" o la "brasileña" y otras estupideces.
¡Por favor! El fútbol es uno solo y a mí no me sacan de la formación clásica: el arquero bien parado en la raya y atento. Por ahí escucho decir que Gatti juega por toda el área o sale hasta el medio de la cancha... Y bueno, así le va. Yo al arquero lo quiero paradito en su arco y nada más. Para eso es arquero. Después una línea de tres. Después otra de cinco. Y arriba que nos dejen a nosotros tres. Más de veinte años hace que jugamos así y nos hemos podrido de hacer goles. De a siete hacemos. Yo ya debo llevar como seis mil ochocientos. Yo solo... ¡Después me dicen de Pelé! O arman tanto despelote porque Maradona hizo cien. Cien hago yo en una temporada. Y en verano, cuando los pibes se quedan en el club como hasta las dos de la matina, me atrevo a hacer cuarenta, cincuenta goles por semana. Cuarenta, cincuenta. Yo solo... Maradona... ¡Por favor! Y eso para no hablar del centrofoward nuestro. Debe llevar más de doce mil goles. Por debajo de las patas... Y... ¡el tipo está ahí! Donde deben estar los centrofoward. En la boca del arco. En el área chica. Pelota que recibe, ¡pum!, adentro. A cobrar. Y ojo, que el nueve de los de Boca no es malo tampoco.
Es el mismo estilo que el nuestro. Siempre ahí: en la troya. Adonde están los japoneses. ¡Nos ha amargado más de un partido, eh! Yo no he visto los goles que nos ha hecho pero escucho los gritos y el ruido de la pelota adentro del arco. Le da con un fierro el guacho. Pero, claro, tiene dos wines que son dos salames. Por ahí si jugara al lado mío él también habría hecho como doce mil goles. ¡Si le habré servido goles al nueve! ¡Si le habré servido goles! Me acuerdo el día del debut. Le estoy hablando de hace veinticinco años, veinticinco años, un cuarto de siglo. Sacaron la lona que cubría la cancha y le juro que nos encegueció la luz. Un solazo bárbaro. Yo casi no podía ver por el resplandor en las camisetas, especialmente en las nuestras. Claro, por el blanco. Las bandas rojas parecían fuego. No como ahora, que está saltado todo el esmalte y se ve el plomo. O el piso, del verde ya no queda casi nada. ¡Cómo está esta cancha! ¡Qué lástima! Que poco cuidada está. Pero bueno, ese día fue algo inolvidable. Era domingo al mediodía y se ve que los muchachos estaban alborotados porque esa tarde jugaban River y Boca en el Monumental y ellos se habían reunido en el club para irse todos juntos en el camión para el partido. ¡Huy, lo que era ese día! Y claro, llegaron ahí y se encontraron con que la Comisión Directiva había comprado el metegol.
Yo había escuchado desde abajo de la lona que pensaban inaugurarlo esa noche cuando los socios se juntaban en la sede social a comentar los partidos o tomarse un fernet antes de cenar. Pero... ¡qué!... apenas los muchachos vieron el metegol al lado de la cancha de básquet ni siquiera se molestaron en meterlo adentro. ¡Además, esto es pesado, eh! No sé cuántos kilos debe pesar esto, pero es pesado. Puro fierro, de las cosas que se hacían antes. Bueno, ahí nomás lo destaparon y se armó el partido. Yo calculo, calculo, que había de haber entre veinte y veinticinco personas viendo el partido. ¡No menos, eh! No menos. Una multitud. Y había apuestas y todo. Le digo que calculo que había esa gente porque yo ni miré para arriba, le juro, no me atrevía a levantar la vista del cagazo que tenía. Le juro. Uno escuchaba bramar esa tribuna y temblaba.
¡Qué cosa inolvidable! Nosotros, los tres de adelante, tuvimos suerte porque el tipo que nos manejaba se ve que sabía. Yo apenas sentí que me movía, dije: "Hoy vamos a andar bien".
Porque también es importante el tipo que a uno le toque para manejarlo. Usted podrá tener condiciones, es más, podrá ser un fenómeno, pero si el que está afuera es un queso, va muerto. Y yo le digo, ahora, con experiencia, yo apenas noto cómo el tipo me mueve ya me doy cuenta si conoce o no. Es una cuestión de experiencia, nada más. No es que uno sea sabio. Escúcheme, usted ve un tipo cómo se para en la cancha y ya sabe cómo juega al fútbol. No tiene necesidad ni de verlo correr. ¡Por favor! Pero ese día se ve que el tipo conocía. No era ni improvisado ni uno que agarra la manija porque está aburrido y para matar el tiempo se juega un metegol. De esos que usted trata de ayudarlos, de darles una mano pero al final el que queda como un patadura es usted. Cuando el culpable es el que tiene la manija. Y usted los escucha gritar: "¡Qué tronco es el siete ese! ¡Qué animal el wing!". Hay que aguantar cada cosa. ¡Por favor! Pero ese día no. Ese día tuve suerte, lo que es importante en un debut. Y más en un River-Boca. Usted sabe bien cómo son estos partidos. Un clásico es un clásico, digan lo que digan ahora yo ya tengo como treinta mil clásicos jugados y así y todo, le digo, todavía cuando escucho el pique de la primera pelota en la mitad de la cancha me pongo nervioso. Parece mentira. Es que son partidos muy parejos. Somos equipos que nos conocemos mucho. Pero aquel día tuvimos suerte, por lo menos los de adelante. De la mitad de la cancha para adelante la rompimos, la hacíamos de trapo. "Tachola", me acuerdo que se llamaba el que tenía la manija. Me acuerdo porque le gritaban permanentemente y además porque durante cuatro años vuelta a vuelta venía al club y jugaba. ¡Cómo sabía ese tipo! Lo arruinó la bebida. Cuando llegaba en pedo yo me daba cuenta porque nos hacía hacer molinetes y cada cagada que ni le cuento. Un día me hizo hacer un molinete y yo cacé un chute que la pelota saltó del metegol e hizo sonar un vaso. Me quería hacer pagar a mí el desgraciado. Pero cuando estaba sobrio era un león. Y ese día la gasté. En la defensa no andábamos tan bien porque el que manejaba a los de atrás era un salame. Un paspado. Pero con los de adelante bastaba.
No hay mejor defensa que un buen ataque, mi amigo, eso lo sabe cualquiera. ¡Por favor! Ahora se meten todos abajo. Están locos. Tres pepas hice ese día. Y las otras tres se las servía al nueve, al morochón. Porque es morochón; ahora se le despintó el lope, pero es morochón. Y no tenía bigotes. Lo que pasa es que algún mocoso se los pintó con birome para que se pareciera a Luque. Un gol, me acuerdo, un gol, la bola rebotó en el córner y se me vino. Íbamos perdiendo uno a cero, porque ¡ojo! Habíamos arrancado perdiendo, y la hinchada bramaba. La puse debajo de la suela y casi la astillo. La empecé a pisar y me la traje despacito para el medio. El nueve se fue para la izquierda y el once también, para abrirme un buco. Yo la amasé y un par de veces amagué el puntazo, pero el fullback me tapaba el tiro y no veía ángulo para el taponazo. Le cuento que yo no le hago asco a patear y cuando veo luz la sacudo. A mí no me vengan con boludeces. Pero el rubio que me marcaba me tapaba bien. Entonces yo agarro y la engancho de nuevo para afuera, para mi lado, como para meterle un derechazo cruzado, al segundo palo, a la ratonera. ¡Si habré hecho goles así! Y cuando el rubio me sigue para taparme y el arquero cubre el primer palo, de revés nomás, cortita, la toco para el medio. Y el nueve, sin pararla che, le puso semejante quema que abolló la chapa del fondo del arco. ¡Qué golazo! ¡Lo que fue eso! Yo lo había escuchado al Negro, lo había escuchado. Cuando yo me abrí para la derecha vi que la defensa se venía conmigo. Y lo escuché al Negro que me grita: "¡Ah!". Y se la toqué. Lo mató el Negro. Lo mató. La hacemos siempre a ésa. Diga que ya nos conocen. ¡Qué partido fue ése!
Y para esta noche tenemos uno lindo. Si es que vienen los muchachos. Porque los escuché decir que iban a las maquinitas. Siempre hablan de las maquinitas. Vaya a saber qué es eso. Acá una vez al club trajeron una. Yo siempre escuchaba unos ruidos raros, unas cosas como "pluic", "plinc", "clun" y unas sacudidas. Unas luces. Pero después no lo sentí más. Dicen que se le jodió algo adentro a la máquina, algún fusible y nunca hay guita para comprarlo. Son máquinas delicadas. De ésas que hacen los yanquis. Por eso los muchachos siempre vuelven. Porque el fútbol es el fútbol. Ésa es la única verdad. ¡Qué me vienen con esas cosas! Son modas que se ponen de moda y después pasan. El fútbol es el fútbol, viejo. La única verdad. ¡Por favor!
Fuente: http://descontexto.blogspot.com
Dato: Eduardo Sacheri (escritor de la novela La pregunta de sus ojos, que más tarde fue adaptada al cine llamándose El secreto de sus ojos) se basará en este relato para realizar, junto a Juan José Campanella, una película llamada Metegol. Esta se proyectará en las vacaciones de invierno del año que viene.
lunes, 19 de septiembre de 2011
viernes, 16 de septiembre de 2011
Creatividad, Libertad y Autogestión - FLIA: Otra manera de ver el arte
Es la cuarta nota que publico en el diario La Gaceta (Círculo de la Prensa)
La F.L.I.A (Feria del Libro Independiente y Alternativa) tiene lugar en fábricas recuperadas, espacios y centros culturales alternativos, como las plazas, y está cargada de contenido social. Se gestó a partir de la unión de actores culturales independientes que, de inmediato, le dieron vida a una gran familia de escritores, autoeditores, poetas y artistas de toda raza que viajan de feria en feria presentando sus obras. Los encuentros se fueron repitiendo, y pronto se dispersó a otros horizontes, realizándose también en La Plata, F.L.I.A Oeste, Neuquén, Córdoba, Rosario e incluso en otros puntos de Latinoamérica como Bogotá, Santiago de Chile y Asunción.
El proyecto surgió en Buenos Aires en Marzo de 2006, como una "contraferia del libro", que todos los domingos se ubicaba frente a la puerta de la feria oficial en La Rural, vendiendo libros de unos 20 escritores.
¿Por qué la F.L.I.A nació como una contraferia? Porque es todo lo contrario a la popular Feria del Libro que se realiza todos los años. Por ejemplo, la F.L.I.A no utiliza sponsors para convencer a la gente que vaya, sino se utiliza el popular boca a boca; nunca se realiza en el mismo lugar (que, por cierto, siempre se lleva a cabo en lugares públicos); las editoriales, por ejemplo, no son tan reconocidas a nivel nacional e internacional (muchas veces la gente no compra libros por eso, aunque le guste el autor), al contrario de la Feria del Libro, donde siempre se destacan las reconocidas; el espíritu de trabajo es colectivo y horizontal, entre otras tantas cosas.
Los organizadores definen la experiencia como un "colectivo de colectivos" juntándose para reforzarse mutuamente, en vez de presentar sus producciones individualmente. Ésto sirve como disparador de una gran cantidad de nuevos emprendimientos editoriales y distribuidoras que se juntan para crear nuevos proyectos.
Conviven en cada evento stands de editoriales independientes venidas de todos los puntos cardinales con exhibiciones de pintura, fotografía, escultura, charlas, proyecciones y ropa de diseño independiente. Se pintan murales y se hace música en vivo, y el micrófono está siempre abierto para el recitado y la lectura. Además, el perfil único de la feria es, en gran parte, la clave de su éxito: los lectores tienen la oportunidad de encontrarse cara a cara con los escritores, separados apenas por el tablón en el que se exhiben las obras. Son gratuitas, no reciben publicidad de sectores públicos ni privados, no se cobran los puestos ni la entrada. Todos los gastos son cubiertos con las ganancias en la venta de bebidas, golosinas, comidas, y la organización es llevada adelante en su totalidad por los propios artistas, quienes se reúnen, en forma regular, en asambleas abiertas, horizontales y participativas.
Por estas y por varias cosas más, todo el espíritu de la F.L.I.A puede resumirse en tres palabras: Creatividad, Libertad y Autogestión.
Les dejo un video (de una de las tantas F.L.I.A que se hicieron) para que vean como es este evento
Fuente: http://circulodelaprensa.com.ar/gaceta/
La F.L.I.A (Feria del Libro Independiente y Alternativa) tiene lugar en fábricas recuperadas, espacios y centros culturales alternativos, como las plazas, y está cargada de contenido social. Se gestó a partir de la unión de actores culturales independientes que, de inmediato, le dieron vida a una gran familia de escritores, autoeditores, poetas y artistas de toda raza que viajan de feria en feria presentando sus obras. Los encuentros se fueron repitiendo, y pronto se dispersó a otros horizontes, realizándose también en La Plata, F.L.I.A Oeste, Neuquén, Córdoba, Rosario e incluso en otros puntos de Latinoamérica como Bogotá, Santiago de Chile y Asunción.
El proyecto surgió en Buenos Aires en Marzo de 2006, como una "contraferia del libro", que todos los domingos se ubicaba frente a la puerta de la feria oficial en La Rural, vendiendo libros de unos 20 escritores.
¿Por qué la F.L.I.A nació como una contraferia? Porque es todo lo contrario a la popular Feria del Libro que se realiza todos los años. Por ejemplo, la F.L.I.A no utiliza sponsors para convencer a la gente que vaya, sino se utiliza el popular boca a boca; nunca se realiza en el mismo lugar (que, por cierto, siempre se lleva a cabo en lugares públicos); las editoriales, por ejemplo, no son tan reconocidas a nivel nacional e internacional (muchas veces la gente no compra libros por eso, aunque le guste el autor), al contrario de la Feria del Libro, donde siempre se destacan las reconocidas; el espíritu de trabajo es colectivo y horizontal, entre otras tantas cosas.
Los organizadores definen la experiencia como un "colectivo de colectivos" juntándose para reforzarse mutuamente, en vez de presentar sus producciones individualmente. Ésto sirve como disparador de una gran cantidad de nuevos emprendimientos editoriales y distribuidoras que se juntan para crear nuevos proyectos.
Conviven en cada evento stands de editoriales independientes venidas de todos los puntos cardinales con exhibiciones de pintura, fotografía, escultura, charlas, proyecciones y ropa de diseño independiente. Se pintan murales y se hace música en vivo, y el micrófono está siempre abierto para el recitado y la lectura. Además, el perfil único de la feria es, en gran parte, la clave de su éxito: los lectores tienen la oportunidad de encontrarse cara a cara con los escritores, separados apenas por el tablón en el que se exhiben las obras. Son gratuitas, no reciben publicidad de sectores públicos ni privados, no se cobran los puestos ni la entrada. Todos los gastos son cubiertos con las ganancias en la venta de bebidas, golosinas, comidas, y la organización es llevada adelante en su totalidad por los propios artistas, quienes se reúnen, en forma regular, en asambleas abiertas, horizontales y participativas.
Por estas y por varias cosas más, todo el espíritu de la F.L.I.A puede resumirse en tres palabras: Creatividad, Libertad y Autogestión.
Les dejo un video (de una de las tantas F.L.I.A que se hicieron) para que vean como es este evento
Fuente: http://circulodelaprensa.com.ar/gaceta/
martes, 13 de septiembre de 2011
¿Sabías el origen de la canción Libre de Nino Bravo?
La canción habla del primer alemán que murió intentando atravesar el Muro de Berlín.
Peter Fechter, un obrero de la construcción de 18 años, intentó huir junto con un amigo y compañero de trabajo, Helmut Kulbeik. Tenían pensado esconderse en el taller de un carpintero, cerca del muro, y, tras observar a los guardias de la "frontera" alejándose, saltar por una ventana hacia el llamado "corredor de la muerte", atravesarlo corriendo y saltar por el muro cerca del Checkpoint Charlie, a Berlín Oeste.
Hasta llegar al muro las cosas salieron bien, pero cuando se encontraban arriba, a punto ya de pasar al otro lado, los soldados les dieron el alto, y a continuación dispararon. Helmut tuvo suerte, Peter resultó alcanzado por varios disparos en la pelvis, cayó hacia atrás, y quedó tendido en el suelo en la "tierra de nadie", durante cincuenta angustiosos minutos, moribundo, desangrándose, a la vista de todos, y sin que nadie hiciera nada.
Gritó pidiendo auxilio, pero los soldados soviéticos que le habían disparado no se acercaron, y lo único que pudieron hacer los soldados americanos fue tirarle un botiquín, que no le sirvió de ayuda, ya que sus graves heridas internas le impedían moverse, y poco a poco fue perdiendo la consciencia. Durante casi una hora, los ciudadanos de ambos lados de Berlín contemplaron impotentes su agonía, gritando a los soldados de ambos lados para que le ayudasen.
Pero ambos lados tenían miedo de que los del otro lado les disparasen, como había pasado en otras ocasiones anteriores; aunque ninguna en una circunstancia tan perentoria como esta y a las dos del mediodía, con tantos testigos presentes, incluyendo periodistas en el lado occidental.
Los soldados del lado oriental, zona a la que pertenecía en realidad la "tierra de nadie", tampoco le ayudaron, y no se acercaron hasta pasados 50 minutos, seguramente para que sirviera de ejemplo para cualquier otro que pensase huir.
(Aún así, entre 1961 y 1989 murieron más de 260 personas, sólo intentando cruzar el Muro; además de los que murieron al querer cruzar la frontera entre las dos Alemanias, y ya no hablemos de los que estuvieron en la cárcel por intentarlo, o por ayudar a otros).
Cuando por fín se acercaron los soldados de la RDA (República Democrática Alemana) y se lo llevaron, los ciudadanos de ambos lados gritaron repetidamente "¡Asesinos, asesinos!". En el lado occidental, se sucedieron las protestas y las manifestaciones los días siguientes, y los habitantes de Berlín Oeste comprendieron claramente lo difícil que sería para sus familiares y amigos del Berlín Este el intentar escapar. Asimismo, también se dieron cuenta, decepcionados, de que los soldados americanos, en pleno auge de la Guerra Fría, no harían nada por ayudarles en circunstancias similares. Fue un duro golpe para la esperanza de los berlineses.
Si ahora escuchamos la canción, entenderemos perfectamente la letra:
TIENE CASI VEINTE AÑOS y ya está
cansado de soñar;
pero TRAS LA FRONTERA está su hogar,
su mundo y SU CIUDAD.
Piensa que la ALAMBRADA sólo
es un trozo de metal
algo que nunca puede detener
sus ansias de volar.
Libre,
como el sol cuando amanece yo soy libre,
como el mar.
Libre,
como el ave que escapó de su PRISIÓN
y puede al fin volar.
Libre,
como el viento que recoge MI LAMENTO Y MI
PESAR,
camino sin cesar,
detrás de la verdad,
y SABRÉ LO QUE ES AL FIN LA LIBERTAD.
Con su amor por bandera se marchó
cantando una canción;
marchaba tan feliz que NO ESCUCHÓ
LA VOZ QUE LE LLAMÓ.
Y TENDIDO EN EL SUELO SE QUEDÓ,
SONRIENDO Y SIN HABLAR;
SOBRE SU PECHO, FLORES CARMESÍ
BROTABAN SIN CESAR
La canción, escrita diez años después de los hechos, recoge una historia y unas fotos que dieron la vuelta al mundo, y que todavía hoy son símbolo de la crueldad humana. En el lugar donde murió Peter Fechner, se levantó en 1990 un monumento. Ya en 1997, dos antiguos soldados de la RDA fueron juzgados, y admitieron haber disparado contra Peter Fechner. Se les declaró culpables, y fueron condenados a un año de cárcel. En el juicio el forense declaró que toda ayuda hubiera sido inútil, ya que la gravedad de las heridas le hubiera causado la muerte en cualquier caso. Pero es algo que nunca sabremos, ¿verdad?
La canción es símbolo de todo el pueblo alemán que soñó con huir, ya que si Peter fue la primera víctima del muro, el último, Chris Gueffroy, en 1989, tenía, precisamente, veinte años....
De yapa, les dejo la canción interpretada por la maravillosa voz de Nino Bravo
Peter Fechter, un obrero de la construcción de 18 años, intentó huir junto con un amigo y compañero de trabajo, Helmut Kulbeik. Tenían pensado esconderse en el taller de un carpintero, cerca del muro, y, tras observar a los guardias de la "frontera" alejándose, saltar por una ventana hacia el llamado "corredor de la muerte", atravesarlo corriendo y saltar por el muro cerca del Checkpoint Charlie, a Berlín Oeste.
Hasta llegar al muro las cosas salieron bien, pero cuando se encontraban arriba, a punto ya de pasar al otro lado, los soldados les dieron el alto, y a continuación dispararon. Helmut tuvo suerte, Peter resultó alcanzado por varios disparos en la pelvis, cayó hacia atrás, y quedó tendido en el suelo en la "tierra de nadie", durante cincuenta angustiosos minutos, moribundo, desangrándose, a la vista de todos, y sin que nadie hiciera nada.
Gritó pidiendo auxilio, pero los soldados soviéticos que le habían disparado no se acercaron, y lo único que pudieron hacer los soldados americanos fue tirarle un botiquín, que no le sirvió de ayuda, ya que sus graves heridas internas le impedían moverse, y poco a poco fue perdiendo la consciencia. Durante casi una hora, los ciudadanos de ambos lados de Berlín contemplaron impotentes su agonía, gritando a los soldados de ambos lados para que le ayudasen.
Pero ambos lados tenían miedo de que los del otro lado les disparasen, como había pasado en otras ocasiones anteriores; aunque ninguna en una circunstancia tan perentoria como esta y a las dos del mediodía, con tantos testigos presentes, incluyendo periodistas en el lado occidental.
Los soldados del lado oriental, zona a la que pertenecía en realidad la "tierra de nadie", tampoco le ayudaron, y no se acercaron hasta pasados 50 minutos, seguramente para que sirviera de ejemplo para cualquier otro que pensase huir.
(Aún así, entre 1961 y 1989 murieron más de 260 personas, sólo intentando cruzar el Muro; además de los que murieron al querer cruzar la frontera entre las dos Alemanias, y ya no hablemos de los que estuvieron en la cárcel por intentarlo, o por ayudar a otros).
Cuando por fín se acercaron los soldados de la RDA (República Democrática Alemana) y se lo llevaron, los ciudadanos de ambos lados gritaron repetidamente "¡Asesinos, asesinos!". En el lado occidental, se sucedieron las protestas y las manifestaciones los días siguientes, y los habitantes de Berlín Oeste comprendieron claramente lo difícil que sería para sus familiares y amigos del Berlín Este el intentar escapar. Asimismo, también se dieron cuenta, decepcionados, de que los soldados americanos, en pleno auge de la Guerra Fría, no harían nada por ayudarles en circunstancias similares. Fue un duro golpe para la esperanza de los berlineses.
Si ahora escuchamos la canción, entenderemos perfectamente la letra:
TIENE CASI VEINTE AÑOS y ya está
cansado de soñar;
pero TRAS LA FRONTERA está su hogar,
su mundo y SU CIUDAD.
Piensa que la ALAMBRADA sólo
es un trozo de metal
algo que nunca puede detener
sus ansias de volar.
Libre,
como el sol cuando amanece yo soy libre,
como el mar.
Libre,
como el ave que escapó de su PRISIÓN
y puede al fin volar.
Libre,
como el viento que recoge MI LAMENTO Y MI
PESAR,
camino sin cesar,
detrás de la verdad,
y SABRÉ LO QUE ES AL FIN LA LIBERTAD.
Con su amor por bandera se marchó
cantando una canción;
marchaba tan feliz que NO ESCUCHÓ
LA VOZ QUE LE LLAMÓ.
Y TENDIDO EN EL SUELO SE QUEDÓ,
SONRIENDO Y SIN HABLAR;
SOBRE SU PECHO, FLORES CARMESÍ
BROTABAN SIN CESAR
La canción, escrita diez años después de los hechos, recoge una historia y unas fotos que dieron la vuelta al mundo, y que todavía hoy son símbolo de la crueldad humana. En el lugar donde murió Peter Fechner, se levantó en 1990 un monumento. Ya en 1997, dos antiguos soldados de la RDA fueron juzgados, y admitieron haber disparado contra Peter Fechner. Se les declaró culpables, y fueron condenados a un año de cárcel. En el juicio el forense declaró que toda ayuda hubiera sido inútil, ya que la gravedad de las heridas le hubiera causado la muerte en cualquier caso. Pero es algo que nunca sabremos, ¿verdad?
La canción es símbolo de todo el pueblo alemán que soñó con huir, ya que si Peter fue la primera víctima del muro, el último, Chris Gueffroy, en 1989, tenía, precisamente, veinte años....
De yapa, les dejo la canción interpretada por la maravillosa voz de Nino Bravo
domingo, 28 de agosto de 2011
martes, 23 de agosto de 2011
Primeros amores (Osvaldo Soriano)
Este relato está incluido en el libro "Cuentos de los años felices", editado en 1993 por la Editorial Sudamericana.
Siempre que voy a emprender un largo viaje recuerdo algunas cosas mías de cuando todavía no soñaba con escribir novelas de madrugada ni subir a los aviones ni dormir en hoteles lejanos. Esas imágenes van y vienen como una hamaca vacía: mi primera novia y mi primer gol. Mi primera novia era una chica de pelo muy negro, tímida, que ahora estará casada y tendrá hijos en edad de rocanrol. Fue con ella que hice por primera vez el amor, un lunes de 1958, a la hora de la siesta, en una fila de butacas rotas de un cine vacío.
Antes de llegar a eso, otro día de invierno, su madre nos sorprendió en la penumbra de la boletería con la ropa desabrochada y ahí nomás le pegó dos bofetadas que todavía me suenan, lejanas y dolorosas, en el eco de aquellos años de frondicismo y resistencia peronista. Su padre era un tipo sin pelo, de pocas pulgas, que masticaba cigarros y me saludaba de mal humor porque ya tenía bastantes problemas con otra hija que volvía al amanecer y en coche ajeno. Mi novia y yo teníamos quince años. Al caer la tarde, como el cine no daba función, nos sentábamos en la plaza y nos hacíamos mimos hasta que aparecía el vigilante de la esquina.
No había gran cosa para divertirse en aquel pueblo. Las calles eran de tierra y para ver el asfalto había que salir hasta la ruta que corría recta, entre bardas y chacras, desde General Roca hasta Neuquén. Cualquier cosa que llegara de Buenos Aires se convertía en un acontecimiento. Eran treinta y seis horas de tren o un avión semanal carísimo y peligroso, de manera que sólo recuerdo la visita de un boxeador en decadencia que fue a Roca, al equipo de Banfield, que llegó exhausto a Neuquén y a unos tipos que se hacían pasar por el trío Los Panchos y llenaban el salón de fiestas del club Cipolletti. Los diarios de la Capital tardaban tres días en llegar y no había ni una sola librería ni un lugar donde escuchar música o representar teatro. Recuerdo un club de fotógrafos aficionados y la banda del regimiento que una vez por mes venía a tocarle retretas a la patria. Entonces sólo quedaban el fútbol y las carreras de motos, que empezaban a ponerse de moda.
Cuando su madre le dio aquella bofetada a mi novia, yo estaba en la Escuela Industrial y todavía no había convertido mi primer gol. Jugaba en una de esas canchitas hechas por los chicos del barrio, y de vez en cuando acertaba a meterla en el arco, pero esos goles no contaban porque todos pensábamos hacer otros mejores, con público y con nuestras novias temblando de admiración. Con toda seguridad éramos terriblemente machistas porque crecíamos en un tiempo y en un mundo que eran así sin cuestionarse. Un mundo de milicos levantiscos y jerarquías consagradas, de varones prostibularios y chicas hacendosas, sobre el que pronto iba a caer como un aluvión el furioso jolgorio de los años sesenta.
Pero a fines de los cincuenta queríamos madurar pronto y triunfar en alguna cosa viril y estúpida como las carreras de motos o los partidos de fútbol. Yo me di varios coscorrones antes de convencerme de que no tenía ningún talento para las pistas. Mi padre solía acompañarme para tocar el carburador o calibrar el encendido de la Tehuelche, pero mi madre sufría demasiado y a mí las curvas y los rebajes me dejaban frío. La pelota era otra cosa: yo tenía la impresión de ganarme unos segundos en el cielo cada vez que entraba al área y me iba entre dos desesperados que presumían de carniceros y asesinos. Me acuerdo de un número 2 viejo como de veintiséis años, de vincha y medalla de la Virgen, que para asustar a los delanteros les contaba que debía una muerte en la provincia de La Pampa.
Lo recuerdo con cierto cariño, aunque me arruinó una pierna, porque era él quien me marcaba el día que hice mi primer gol. Pegaba tanto el tipo, y con tanto estusiasmo que, como al legendario Rubén Marino Navarro, lo llamaban Hacha Brava. Jugaba inamovible en la Selección del Alto Valle y en ese lugar y en aquellos años pocos eran los árbitros que arriesgaban la vida por una expulsión.
Mi novia no iba a los partidos. Estudiaba para maestra y todavía la veo con el guardapolvo a la salida del colegio, buscándome con la mirada. Un día que mis padres estaban de viaje le exigí que viniera a casa, pero todo fue un fracaso con llantos, reproches y enojos. Tal vez leerá estas líneas y recordará el perfume de las manzanas de marzo, su miedo y mi torpeza inaudita.
Por un par de meses, antes de que yo la conociera, ella había sido la novia de nuestro zaguero central y alguien me dijo que el tipo se vanagloriaba de haberle puesto una mano debajo de la blusa. Eso me lo hacía insoportable. Tan celoso estaba de aquella imagen del pasado que casi dejé de saludarlo. El chico era alto, bastante flaco y pateaba como un caballo. Yo me mordía los labios, allá arriba, en la soledad del número 9, cuando me fauleaban y él se llevaba la gloria del tiro libre puesto en un ángulo como un cañonazo. Si lo nombro hoy, todavía receloso, es porque participó de aquella victoria memorable y porque sin su gol el mío no habría tenido la gloria que tiene.
Mi novia admitía haberlo besado, pero negaba que el odioso personaje le hubiera puesto la mano en el escote. A veces yo me resignaba a creerle y otras sentía como si una aguja me atravesara las tripas. Escuchábamos a Billy Cafaro y quizás a Eddie Pequenino pero yo no iba a bailar porque eso me parecía cosa de blandos. En realidad nunca me animé y si más tarde, ya en Tandil, caí en algún asalto o en una fiesta del club independiente, fue porque estaba completamente borracho y perseguía a una rubia inabordable.
Pasábamos el tiempo en el cine, acariciándonos por debajo del tapado que nos cubría las piernas, y creíamos que su padre no se enteraba. Tal vez era así: andaba inclinado, ausente, masticando el charuto apagado, neurótico por el humo y el calor de la cabina de proyección. Pero la madre no nos sacaba el ojo de encima y aquella desgraciada tarde de invierno irrumpió en la boletería y empezó a darle de cachetadas a mi novia.
Después supe que hacíamos el amor todos los días, pero en aquel entonces suponía que había una sola manera posible y que si ella la aceptaba, el más glorioso momento de la existencia habría ocurrido al fin. Y ese instante, en una vida vulgar, sólo es comparable a otro instante, cuando la pelota entra en un arco de verdad por primera vez, y no hay Dios más feliz que ese tipo que festeja con los brazos abiertos gritándole al cielo.
Ese tipo, hace treinta años, soy yo. Todavía voy, en un eterno replay, a buscar los abrazos y escucho en sordina el ruido de la tribuna. Sé que estas confesiones contribuyen a mi desprestigio en la alta torre de los escritores, pero ahí sigo, al acecho entre el 5 que me empuja y Hacha Brava que me agarra de la camiseta mientras estamos empatados y un wing de jopo a la brillantina tira un centro rasante, al montón, a lo que pase. Se me ha cortado la respiración pero estoy lúcido y frío como un asesino a sueldo. Nuestro zaguero central acaba de empatar con un terrible disparo de treinta metros que he festejado sin abrazarlo y en este contragolpe, casi sobre el final, intuyo secretamente que mi vida cambiará para siempre.
El miedo de perderme en la maraña de piernas, en el infierno de gritos y codazos, ya pasó. El 10, que es un veterano de mil batallas, llega en diagonal y pifia porque la pierna derecha sólo le sirve para tenerse parado. Inexorablemente, ese gesto fallido descoloca a toda la defensa y la pelota sale dando vueltas a espaldas del 5 que gira desesperado para empujarla al córner. Entonces aparezco yo, como el muchachito de la película, ahuecando el pie para que el tiro no se levante y le pego fuerte, cruzado, y aunque parezca mentira aquella imagen todavía perdura en mí, cualquiera sea el hotel donde esté.
Igual que la otra, a la hora de la siesta, en una butaca rota del cine desierto. Nos besamos y sin buscarlo, porque las cachetadas todavía le arden en la cara, mi primera novia se abandona por fin y me recibe mientras sus pechos que alguna vez consintieron la caricia de nuestro despreciable zaguero central tiritan y trotan, brincan y broncan, hoy que nuestras vidas están junto a otros y mi hotel queda tan lejos del suyo.
Fuente: www.cuentosimperdibles.wordpress.com
Siempre que voy a emprender un largo viaje recuerdo algunas cosas mías de cuando todavía no soñaba con escribir novelas de madrugada ni subir a los aviones ni dormir en hoteles lejanos. Esas imágenes van y vienen como una hamaca vacía: mi primera novia y mi primer gol. Mi primera novia era una chica de pelo muy negro, tímida, que ahora estará casada y tendrá hijos en edad de rocanrol. Fue con ella que hice por primera vez el amor, un lunes de 1958, a la hora de la siesta, en una fila de butacas rotas de un cine vacío.
Antes de llegar a eso, otro día de invierno, su madre nos sorprendió en la penumbra de la boletería con la ropa desabrochada y ahí nomás le pegó dos bofetadas que todavía me suenan, lejanas y dolorosas, en el eco de aquellos años de frondicismo y resistencia peronista. Su padre era un tipo sin pelo, de pocas pulgas, que masticaba cigarros y me saludaba de mal humor porque ya tenía bastantes problemas con otra hija que volvía al amanecer y en coche ajeno. Mi novia y yo teníamos quince años. Al caer la tarde, como el cine no daba función, nos sentábamos en la plaza y nos hacíamos mimos hasta que aparecía el vigilante de la esquina.
No había gran cosa para divertirse en aquel pueblo. Las calles eran de tierra y para ver el asfalto había que salir hasta la ruta que corría recta, entre bardas y chacras, desde General Roca hasta Neuquén. Cualquier cosa que llegara de Buenos Aires se convertía en un acontecimiento. Eran treinta y seis horas de tren o un avión semanal carísimo y peligroso, de manera que sólo recuerdo la visita de un boxeador en decadencia que fue a Roca, al equipo de Banfield, que llegó exhausto a Neuquén y a unos tipos que se hacían pasar por el trío Los Panchos y llenaban el salón de fiestas del club Cipolletti. Los diarios de la Capital tardaban tres días en llegar y no había ni una sola librería ni un lugar donde escuchar música o representar teatro. Recuerdo un club de fotógrafos aficionados y la banda del regimiento que una vez por mes venía a tocarle retretas a la patria. Entonces sólo quedaban el fútbol y las carreras de motos, que empezaban a ponerse de moda.
Cuando su madre le dio aquella bofetada a mi novia, yo estaba en la Escuela Industrial y todavía no había convertido mi primer gol. Jugaba en una de esas canchitas hechas por los chicos del barrio, y de vez en cuando acertaba a meterla en el arco, pero esos goles no contaban porque todos pensábamos hacer otros mejores, con público y con nuestras novias temblando de admiración. Con toda seguridad éramos terriblemente machistas porque crecíamos en un tiempo y en un mundo que eran así sin cuestionarse. Un mundo de milicos levantiscos y jerarquías consagradas, de varones prostibularios y chicas hacendosas, sobre el que pronto iba a caer como un aluvión el furioso jolgorio de los años sesenta.
Pero a fines de los cincuenta queríamos madurar pronto y triunfar en alguna cosa viril y estúpida como las carreras de motos o los partidos de fútbol. Yo me di varios coscorrones antes de convencerme de que no tenía ningún talento para las pistas. Mi padre solía acompañarme para tocar el carburador o calibrar el encendido de la Tehuelche, pero mi madre sufría demasiado y a mí las curvas y los rebajes me dejaban frío. La pelota era otra cosa: yo tenía la impresión de ganarme unos segundos en el cielo cada vez que entraba al área y me iba entre dos desesperados que presumían de carniceros y asesinos. Me acuerdo de un número 2 viejo como de veintiséis años, de vincha y medalla de la Virgen, que para asustar a los delanteros les contaba que debía una muerte en la provincia de La Pampa.
Lo recuerdo con cierto cariño, aunque me arruinó una pierna, porque era él quien me marcaba el día que hice mi primer gol. Pegaba tanto el tipo, y con tanto estusiasmo que, como al legendario Rubén Marino Navarro, lo llamaban Hacha Brava. Jugaba inamovible en la Selección del Alto Valle y en ese lugar y en aquellos años pocos eran los árbitros que arriesgaban la vida por una expulsión.
Mi novia no iba a los partidos. Estudiaba para maestra y todavía la veo con el guardapolvo a la salida del colegio, buscándome con la mirada. Un día que mis padres estaban de viaje le exigí que viniera a casa, pero todo fue un fracaso con llantos, reproches y enojos. Tal vez leerá estas líneas y recordará el perfume de las manzanas de marzo, su miedo y mi torpeza inaudita.
Por un par de meses, antes de que yo la conociera, ella había sido la novia de nuestro zaguero central y alguien me dijo que el tipo se vanagloriaba de haberle puesto una mano debajo de la blusa. Eso me lo hacía insoportable. Tan celoso estaba de aquella imagen del pasado que casi dejé de saludarlo. El chico era alto, bastante flaco y pateaba como un caballo. Yo me mordía los labios, allá arriba, en la soledad del número 9, cuando me fauleaban y él se llevaba la gloria del tiro libre puesto en un ángulo como un cañonazo. Si lo nombro hoy, todavía receloso, es porque participó de aquella victoria memorable y porque sin su gol el mío no habría tenido la gloria que tiene.
Mi novia admitía haberlo besado, pero negaba que el odioso personaje le hubiera puesto la mano en el escote. A veces yo me resignaba a creerle y otras sentía como si una aguja me atravesara las tripas. Escuchábamos a Billy Cafaro y quizás a Eddie Pequenino pero yo no iba a bailar porque eso me parecía cosa de blandos. En realidad nunca me animé y si más tarde, ya en Tandil, caí en algún asalto o en una fiesta del club independiente, fue porque estaba completamente borracho y perseguía a una rubia inabordable.
Pasábamos el tiempo en el cine, acariciándonos por debajo del tapado que nos cubría las piernas, y creíamos que su padre no se enteraba. Tal vez era así: andaba inclinado, ausente, masticando el charuto apagado, neurótico por el humo y el calor de la cabina de proyección. Pero la madre no nos sacaba el ojo de encima y aquella desgraciada tarde de invierno irrumpió en la boletería y empezó a darle de cachetadas a mi novia.
Después supe que hacíamos el amor todos los días, pero en aquel entonces suponía que había una sola manera posible y que si ella la aceptaba, el más glorioso momento de la existencia habría ocurrido al fin. Y ese instante, en una vida vulgar, sólo es comparable a otro instante, cuando la pelota entra en un arco de verdad por primera vez, y no hay Dios más feliz que ese tipo que festeja con los brazos abiertos gritándole al cielo.
Ese tipo, hace treinta años, soy yo. Todavía voy, en un eterno replay, a buscar los abrazos y escucho en sordina el ruido de la tribuna. Sé que estas confesiones contribuyen a mi desprestigio en la alta torre de los escritores, pero ahí sigo, al acecho entre el 5 que me empuja y Hacha Brava que me agarra de la camiseta mientras estamos empatados y un wing de jopo a la brillantina tira un centro rasante, al montón, a lo que pase. Se me ha cortado la respiración pero estoy lúcido y frío como un asesino a sueldo. Nuestro zaguero central acaba de empatar con un terrible disparo de treinta metros que he festejado sin abrazarlo y en este contragolpe, casi sobre el final, intuyo secretamente que mi vida cambiará para siempre.
El miedo de perderme en la maraña de piernas, en el infierno de gritos y codazos, ya pasó. El 10, que es un veterano de mil batallas, llega en diagonal y pifia porque la pierna derecha sólo le sirve para tenerse parado. Inexorablemente, ese gesto fallido descoloca a toda la defensa y la pelota sale dando vueltas a espaldas del 5 que gira desesperado para empujarla al córner. Entonces aparezco yo, como el muchachito de la película, ahuecando el pie para que el tiro no se levante y le pego fuerte, cruzado, y aunque parezca mentira aquella imagen todavía perdura en mí, cualquiera sea el hotel donde esté.
Igual que la otra, a la hora de la siesta, en una butaca rota del cine desierto. Nos besamos y sin buscarlo, porque las cachetadas todavía le arden en la cara, mi primera novia se abandona por fin y me recibe mientras sus pechos que alguna vez consintieron la caricia de nuestro despreciable zaguero central tiritan y trotan, brincan y broncan, hoy que nuestras vidas están junto a otros y mi hotel queda tan lejos del suyo.
Fuente: www.cuentosimperdibles.wordpress.com
viernes, 19 de agosto de 2011
Una promesa cumplida
En 1993, el periodista y escritor Ricardo Ragendorfer fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias por su investigación sobre la fuga de siete presos de la cárcel de Villa Devoto, ubicada en un barrio residencial de Buenos Aires, en Diciembre de 1991.
Esta es la historia reconstruida a base de testimonios.
El túnel de los huesos es una película argentina dirigida por Nacho Garassino, donde los actores protagonistas son Raúl Taibo (Vulcano), Daniel Valenzuela (Toro), Luciano Cazaux (Correntino), Jorge Sesán (Periodista), Paco Recondo (Marciano), Germán De Silva (Triple), Martín Scarfi (alias El novio) y Daniel Polo (Nosé).
Nacho Garassino estudió "Realización Cinematográfica" en la Escuela Federico Valle, "Filosofía y Letras" en la Universidad Católica de la provincia de Santa Fe (dónde es oriundo) y participó en actividades en cine clubes. Fue comentarista de espectáculos, crítico en varios medios gráficos y radiales. En 1983 se dirigió a Buenos Aires, dónde trabajó en cine, radio y televisión. Desde 1987 trabaja como realizador y director televisivo haciendo incalculables trabajos de encargo entre los que se destaca "Oliverio Toscani al muro". En calidad de director, ganó el premio Martín Fierro por el programa El otro lado. Es, en la actualidad, material de estudio en las escuelas audiovisuales argentinas, por la originalidad de su mirada periodística mezclado con elementos de ficción. Desde 1999 vive en Barcelona, dónde fue realizador y director en empresas como Media Pro y Doble Banda, entre los cuales se pueden nombrar los documentales Camino de vuelta y Hacia Europa. Con El túnel de los huesos hace su debut cinematográfico como productor y guionista (este último acompañado por Daniel Martucci).
El argumento del largometraje es el siguiente: basada en un caso real, narra la audaz huida de los reclusos que cavaron un túnel desde el hospital de la cárcel y, cuando faltaba poco para alcanzar la libertad, se toparon con un terrorífico hallazgo. Uno de ellos hace la promesa de relatar lo que encontró en las entrañas de la prisión, si consigue escapar.
El nombre de la película deriva de cómo titula Ricardo Ragendorfer su nota sobre la historia que le contó uno de los presos y que el lugar donde eligen trabajar para escapar es una antigua habitación, la cual se encuentra llena de archivos abandonados de la época del último gobierno de facto. Allí, durante el Proceso de Reorganización Nacional, llevaban a los reclusos arrastrándolos de los pelos y los encerraban, dejándolos morir. Por este motivo, muchos de los presos y guardiacárceles no se acercaban, debido a las supersticiones y el olvido.
Se pueden observar valores tales como la amistad, el compañerismo, la lealtad, ya que sin conocerse, idean un plan de fuga y entre ellos mismos se defienden, perseguidos por la amenaza constante de la requisa y las posibles acusaciones por parte de los guardias.
En varias escenas se realizan flashbacks (la historia va y viene) y como el hilo de la trama es muy simple de explicar, el espectador es imposible que se confunda.
En los 100 minutos que dura el film, el público queda atrapado y es protagonista de un descubrimiento más sobre los miles de casos horrendos que se produjeron durante la última dictadura militar.
Aquí les dejo el trailer:
Esta es la historia reconstruida a base de testimonios.
El túnel de los huesos es una película argentina dirigida por Nacho Garassino, donde los actores protagonistas son Raúl Taibo (Vulcano), Daniel Valenzuela (Toro), Luciano Cazaux (Correntino), Jorge Sesán (Periodista), Paco Recondo (Marciano), Germán De Silva (Triple), Martín Scarfi (alias El novio) y Daniel Polo (Nosé).
Nacho Garassino estudió "Realización Cinematográfica" en la Escuela Federico Valle, "Filosofía y Letras" en la Universidad Católica de la provincia de Santa Fe (dónde es oriundo) y participó en actividades en cine clubes. Fue comentarista de espectáculos, crítico en varios medios gráficos y radiales. En 1983 se dirigió a Buenos Aires, dónde trabajó en cine, radio y televisión. Desde 1987 trabaja como realizador y director televisivo haciendo incalculables trabajos de encargo entre los que se destaca "Oliverio Toscani al muro". En calidad de director, ganó el premio Martín Fierro por el programa El otro lado. Es, en la actualidad, material de estudio en las escuelas audiovisuales argentinas, por la originalidad de su mirada periodística mezclado con elementos de ficción. Desde 1999 vive en Barcelona, dónde fue realizador y director en empresas como Media Pro y Doble Banda, entre los cuales se pueden nombrar los documentales Camino de vuelta y Hacia Europa. Con El túnel de los huesos hace su debut cinematográfico como productor y guionista (este último acompañado por Daniel Martucci).
El argumento del largometraje es el siguiente: basada en un caso real, narra la audaz huida de los reclusos que cavaron un túnel desde el hospital de la cárcel y, cuando faltaba poco para alcanzar la libertad, se toparon con un terrorífico hallazgo. Uno de ellos hace la promesa de relatar lo que encontró en las entrañas de la prisión, si consigue escapar.
El nombre de la película deriva de cómo titula Ricardo Ragendorfer su nota sobre la historia que le contó uno de los presos y que el lugar donde eligen trabajar para escapar es una antigua habitación, la cual se encuentra llena de archivos abandonados de la época del último gobierno de facto. Allí, durante el Proceso de Reorganización Nacional, llevaban a los reclusos arrastrándolos de los pelos y los encerraban, dejándolos morir. Por este motivo, muchos de los presos y guardiacárceles no se acercaban, debido a las supersticiones y el olvido.
Se pueden observar valores tales como la amistad, el compañerismo, la lealtad, ya que sin conocerse, idean un plan de fuga y entre ellos mismos se defienden, perseguidos por la amenaza constante de la requisa y las posibles acusaciones por parte de los guardias.
En varias escenas se realizan flashbacks (la historia va y viene) y como el hilo de la trama es muy simple de explicar, el espectador es imposible que se confunda.
En los 100 minutos que dura el film, el público queda atrapado y es protagonista de un descubrimiento más sobre los miles de casos horrendos que se produjeron durante la última dictadura militar.
Aquí les dejo el trailer:
jueves, 11 de agosto de 2011
martes, 9 de agosto de 2011
viernes, 29 de julio de 2011
miércoles, 27 de julio de 2011
"La coma" (Julio Cortázar)
Julio Cortázar escribía:"La coma, esa puerta giratoria del pensamiento".
Lea y analice la siguiente frase:
"Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría a cuatro patas en su búsqueda"
¿Dónde pondrías la coma?
Si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra mujer.
Si usted es varón, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra tiene.
Lea y analice la siguiente frase:
"Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría a cuatro patas en su búsqueda"
¿Dónde pondrías la coma?
Si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra mujer.
Si usted es varón, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra tiene.
lunes, 25 de julio de 2011
Comercial Coca-Cola (Copa América Argentina 2011-Uruguay)
Mis más sinceras felicitaciones a nuestros hermanos uruguayos
martes, 19 de julio de 2011
sábado, 16 de julio de 2011
Sobre guardar silencio y hablar (fragmento del libro" Ni lobo ni perro. Por senderos olvidados con un anciano indio" de Kent Nerburn)
Nosotros los indios sabemos del silencio. No le tenemos miedo. De hecho, para nosotros es más poderoso que las palabras.
Nuestros ancianos fueron educados en las maneras del silencio, y ellos nos transmitieron ese conocimiento a nosotros. Observa, escucha, y luego actúa, nos decían. Esa es la manera de vivir.
Observa a los animales para ver cómo cuidan a sus crías. Observa a los ancianos para ver cómo se comportan. Observa al hombre blanco para ver qué quiere. Siempre observa primero, con corazón y mente quietos, y entonces aprenderás. Cuando hayas observado lo suficiente, entonces podrás actuar.
Con ustedes es lo contrario. Ustedes aprenden hablando. Premian a los niños que hablan más en la escuela. En sus fiestas todos tratan de hablar. En el trabajo siempre están teniendo reuniones en las que todos interrumpen a todos, y todos hablan cinco, diez o cien veces. Y le llaman "resolver un problema". Cuando están en una habitación y hay silencio, se ponen nerviosos. Tienen que llenar el espacio con sonidos. Así que hablan impulsivamente, incluso antes de saber lo que van a decir.
A la gente blanca le gusta discutir. Ni siquiera permiten que el otro termine una frase. Siempre interrumpen. Para los indios esto es muy irrespetuoso e incluso muy estúpido. Si tú comienzas a hablar, yo no voy a interrumpirte. Te escucharé. Quizás deje de escucharte si no me gusta lo que estás diciendo. Pero no voy a interrumpirte. Cuando termines, tomaré mi decisión sobre lo que dijiste, pero no te diré si no estoy de acuerdo, a menos que sea importante. De lo contrario, simplemente me quedaré callado y me alejaré. Me has dicho lo que necesito saber. No hay nada más que decir. Pero eso no es suficiente para la mayoría de la gente blanca.
La gente debería pensar en sus palabras como si fuesen semillas. Deberían plantarlas, y luego permitirles crecer en silencio. Nuestros ancianos nos enseñaron que la tierra siempre nos está hablando, pero que debemos guardar silencio para escucharla.
Existen muchas voces además de las nuestras. Muchas voces.
Nuestros ancianos fueron educados en las maneras del silencio, y ellos nos transmitieron ese conocimiento a nosotros. Observa, escucha, y luego actúa, nos decían. Esa es la manera de vivir.
Observa a los animales para ver cómo cuidan a sus crías. Observa a los ancianos para ver cómo se comportan. Observa al hombre blanco para ver qué quiere. Siempre observa primero, con corazón y mente quietos, y entonces aprenderás. Cuando hayas observado lo suficiente, entonces podrás actuar.
Con ustedes es lo contrario. Ustedes aprenden hablando. Premian a los niños que hablan más en la escuela. En sus fiestas todos tratan de hablar. En el trabajo siempre están teniendo reuniones en las que todos interrumpen a todos, y todos hablan cinco, diez o cien veces. Y le llaman "resolver un problema". Cuando están en una habitación y hay silencio, se ponen nerviosos. Tienen que llenar el espacio con sonidos. Así que hablan impulsivamente, incluso antes de saber lo que van a decir.
A la gente blanca le gusta discutir. Ni siquiera permiten que el otro termine una frase. Siempre interrumpen. Para los indios esto es muy irrespetuoso e incluso muy estúpido. Si tú comienzas a hablar, yo no voy a interrumpirte. Te escucharé. Quizás deje de escucharte si no me gusta lo que estás diciendo. Pero no voy a interrumpirte. Cuando termines, tomaré mi decisión sobre lo que dijiste, pero no te diré si no estoy de acuerdo, a menos que sea importante. De lo contrario, simplemente me quedaré callado y me alejaré. Me has dicho lo que necesito saber. No hay nada más que decir. Pero eso no es suficiente para la mayoría de la gente blanca.
La gente debería pensar en sus palabras como si fuesen semillas. Deberían plantarlas, y luego permitirles crecer en silencio. Nuestros ancianos nos enseñaron que la tierra siempre nos está hablando, pero que debemos guardar silencio para escucharla.
Existen muchas voces además de las nuestras. Muchas voces.
jueves, 14 de julio de 2011
sábado, 9 de julio de 2011
Mecánicos (Osvaldo Soriano)
Se lo dedico a mi papá por ser el día de su cumpleaños.
Este relato está incluido en el libro "Cuentos de los años felices", editado en 1993 por la Editorial Sudamericana.
Mi padre era muy malo al volante. No le gustaba que se lo dijera y no sé si ahora, en la serenidad del sepulcro, sabrá aceptarlo. En la ruta ponía las ruedas tan cerca de los bordes del pavimento que un día, indefectiblemente, tenía que volcar. Sucedió una tarde de 1963 cuando iba de Buenos Aires a Tandil en un Renault Gordini que fue el único coche que pudo tener en su vida. Lo había comprado a crédito y lo cuidaba tanto que estaba siempre reluciente y del motor salían arrullos de palomas. Me lo prestaba para que fuera al bosque con mi novia y creo que nunca se lo agradecí. A esa edad creemos que el mundo solo tiene obligaciones con nosotros. Y yo presumía de manejar bien, de entender de motores, cajas, distribuidores y diferenciales porque había pasado por el Industrial de Neuquén.
Antes de que me fuera al servicio militar me preguntó que haría al regresar. Ni él ni yo servíamos para tener un buen empleo y le preocupaba que la plata que yo traía viniera del fútbol, que consideraba vulgar. A mi padre le gustaba la ópera aunque creo que nunca conoció el Teatro Colón. Venía de una lejana juventud antifascista que en 1930 le había tirado piedras a los esbirros del dictador Uriburu, y conservaba un costado romántico. Cuando le dije que quería seguir jugando al fútbol, lo tomó como un mal chiste. Me aconsejó que en la conscripción hiciera valer mi diploma de experto en motores para pasarla mejor. Siempre se equivocaba: fue como centro-delantero que evité las humillaciones en el regimiento. Cualquiera arregla un motor pero poca gente sabe acercarse al arco. La ambición de mi padre era que yo conociera bien los motores viejos para después inventar otros nuevos. Igual que Roberto Arlt, siempre andaba dibujando planos y haciendo cálculos. Una tarde en que me prestó el Gordini para ir al bosque me anunció que al día siguiente, aprovechando sus vacaciones, lo íbamos a desarmar por completo para poder armarlo de nuevo.
Yo no le hice caso pero él se tomó el asunto en serio. En el fondo de la casa tenía un taller lleno de extrañas herramientas que iba comprando a medida que lo visitaban los viajantes de Buenos Aires. Como no podía pagarlas, los tipos entraban de prepo al taller, se llevaban las que tenía a medio pagar y de paso le dejaban otras nuevas para tenerlo siempre endeudado. Había algunas muy estrambóticas, llenas de engranajes, sinfines, manómetros y relojes, que nadie sabía para que servían.
A la madrugada dejé el coche en el garaje y me tiré en la cama dispuesto a dormir todo el día. Pero a las seis mi viejo ya estaba de pie y vino a golpear a la puerta de mi pieza. Mi madre no me permitía fumar y el entrenador tampoco, así que cuando me ofrecía el paquete yo sonreía y lo seguía por el pasillo poniéndome los pantalones. Caminaba delante de mí, medio maltrecho, y lo sorprendía que yo pudiera saltar un metro para peinar la pelota que bajaba del techo y meterla por la claraboya del taller.
-Sos un cabeza hueca- me decía.
Se reía con Buster Keaton y leía La Prensa, que le prestaba un vecino. Tal vez había envejecido antes de tiempo o quizá se enamoró de una mujer intocable en uno de esos pueblos perdidos por donde nos había arrastrado. Nunca lo sabré. Mi madre ha perdido la memoria y apenas si recuerda el día en que lo conoció, ya de grande, en las barrancas de Mar Del Plata.
Me miró y dijo: "Vamos a desarmar el coche. Después, cuando lo volvamos a armar, no nos tiene que sobrar ni una arandela, así aprendés". Era un día feriado, sin fútbol ni cine. Hacía un calor terrible y a mediodía el cura del barrio se presentó a comer gratis y a ver televisión. Pero antes de que llegara el cura, mi padre me pidió que eligiera por donde empezar. Parecía un cirujano en calzoncillos. Sudaba a mares por la piel de un blanco lechoso que yo detestaba. Al agacharse para aflojar las ruedas del Gordini se le abría el calzoncillo y las bolsas rugosas bajaban hasta el suelo grasiento. Puso tacos de madera bajo los ejes y empezó a sacar tornillos y tuercas, bujes y rulemanes, grampas y resortes. A mí me daba bronca porque creía que nunca más iba a poder llevar a mi novia al otro lado del río y entre los árboles.
Igual ataqué el motor con una caja de llaves inglesas, francesas y suecas. A mediodía, cuando el cura asomó la cabeza en el taller, ya teníamos medio coche desarmado. Los dos estábamos negros de aceite y habíamos perdido por completo el control de la operación. Mi padre había desmontado todo el tren delantero, la tapa del baúl, el parabrisas, y asomaba la cabeza por abajo del tablero de instrumentos. Atrás, yo había sacado válvulas y culatas y trataba de arrancar el maldito cigueñal. De vez en cuando mi viejo gritaba "¡Carajo, qué mal trabajan los franceses!" y arrojaba el velocímetro sobre la mesa mientras arrancaba con furia el cable del cebador. El cura nos miraba perplejo con un vaso de vino en una mano y la botella en la otra y de pronto le preguntó a mi padre cuántas cuotas llevaba pagadas. Ahí se hizo un silencio y el otro casi se pierde los tallarines gratis:
-Doce- le contestó de mal humor mi viejo, que era devoto de cristos y apóstoles. Y con la ayuda de Dios todavía tengo que pagar otras veinticuatro.
Tardamos tres días para convertir al Gordini en miles y miles de piezas diminutas y tontas desparramadas sobre la mesada y el piso. La carcasa era tan liviana que la sacamos al patio para lavarla con la manguera. La segunda tarde mi madre nos desconoció de tan sucios que estábamos y nos prohibió entrar a la casa. Dormíamos en el garaje, sobre unas bolsas, y allí nos traía de comer. Vivíamos en trance, convencidos de que un técnico diplomado en el Otto Krause y un futuro conscripto de la Patria no podían dejarse derrotar por las astucias de un ingeniero francés. Fue entonces cuando mi padre decidió comprimir el motor y aligerar la dirección para que el coche cumpliera una performance digna de su genio.
Hizo un diseño en la pared y me preguntó, desafiante, si todavía pensaba que el fútbol era mas atrayente que la mecánica. Yo no me acordaba cual pieza concordaba con otra ni qué gancho entraba en qué agujero y una noche mi padre salió a buscar al cura para que con un responso lo ayudara a rehacer el embrague. Al fín, una mañana de fines de febrero el coche quedó de nuevo en pie, erguido y lustroso, más limpio que el día en que salió de la fábrica. Lo único que faltaba era la radio que el cura nos había robado en el momento del recogimiento y la oración.
Le pusimos aceite nuevo, agua fresca, grasa de aviación y un bidón de nafta de noventa octanos. Hacía tiempo que mi padre había perdido los calzoncillos y se cubría las verguenzas con los restos de un mantel. Mi novia me había abandonado por los rumores que corrían en la cuadra y mi madre tuvo que lavarnos a los dos con una estopa embebida en querosene. En el suelo brillaba, redonda y solitaria, una inquietante arandela de bronce, pero igual el coche arrancó al primer impulso de llave. Mi padre estaba convencido de haberme dado una lección para toda la vida.
Adujo que la arandela se había caído de una caja de herramientas y la pateó con desdén mientras se paseaba alrededor del Gordini, orgulloso como un gallo de riña. Después me guiñó un ojo, subió al coche y arrancó hacia la ruta. A la noche lo encontré en el hospital de Cañuelas, con un hombro enyesado y moretones por todas partes.
-Andá-me dijo-. Presentate al regimiento como mecánico, que te salvás de los bailes y las guardias.
Ese año hice más de veinte goles sin tirar un solo penal. Por las noches leía a Italo Calvino mientras escribía los primeros cuentos. Mi viejo sabía aceptar sus errores y cuando publiqué mi primera novela, y me fue bien, se convenció de que en realidad su futuro estaba en la literatura. Enseguida escribió un cuento de suspenso titulado La luz mala, que inventó de cabo a rabo. Como Kafka, murió inédito y desconocido de los críticos. Por fortuna para él su único enemigo, grande y verdadero, había sido Perón.
Fuente: www.taringa.net
Este relato está incluido en el libro "Cuentos de los años felices", editado en 1993 por la Editorial Sudamericana.
Mi padre era muy malo al volante. No le gustaba que se lo dijera y no sé si ahora, en la serenidad del sepulcro, sabrá aceptarlo. En la ruta ponía las ruedas tan cerca de los bordes del pavimento que un día, indefectiblemente, tenía que volcar. Sucedió una tarde de 1963 cuando iba de Buenos Aires a Tandil en un Renault Gordini que fue el único coche que pudo tener en su vida. Lo había comprado a crédito y lo cuidaba tanto que estaba siempre reluciente y del motor salían arrullos de palomas. Me lo prestaba para que fuera al bosque con mi novia y creo que nunca se lo agradecí. A esa edad creemos que el mundo solo tiene obligaciones con nosotros. Y yo presumía de manejar bien, de entender de motores, cajas, distribuidores y diferenciales porque había pasado por el Industrial de Neuquén.
Antes de que me fuera al servicio militar me preguntó que haría al regresar. Ni él ni yo servíamos para tener un buen empleo y le preocupaba que la plata que yo traía viniera del fútbol, que consideraba vulgar. A mi padre le gustaba la ópera aunque creo que nunca conoció el Teatro Colón. Venía de una lejana juventud antifascista que en 1930 le había tirado piedras a los esbirros del dictador Uriburu, y conservaba un costado romántico. Cuando le dije que quería seguir jugando al fútbol, lo tomó como un mal chiste. Me aconsejó que en la conscripción hiciera valer mi diploma de experto en motores para pasarla mejor. Siempre se equivocaba: fue como centro-delantero que evité las humillaciones en el regimiento. Cualquiera arregla un motor pero poca gente sabe acercarse al arco. La ambición de mi padre era que yo conociera bien los motores viejos para después inventar otros nuevos. Igual que Roberto Arlt, siempre andaba dibujando planos y haciendo cálculos. Una tarde en que me prestó el Gordini para ir al bosque me anunció que al día siguiente, aprovechando sus vacaciones, lo íbamos a desarmar por completo para poder armarlo de nuevo.
Yo no le hice caso pero él se tomó el asunto en serio. En el fondo de la casa tenía un taller lleno de extrañas herramientas que iba comprando a medida que lo visitaban los viajantes de Buenos Aires. Como no podía pagarlas, los tipos entraban de prepo al taller, se llevaban las que tenía a medio pagar y de paso le dejaban otras nuevas para tenerlo siempre endeudado. Había algunas muy estrambóticas, llenas de engranajes, sinfines, manómetros y relojes, que nadie sabía para que servían.
A la madrugada dejé el coche en el garaje y me tiré en la cama dispuesto a dormir todo el día. Pero a las seis mi viejo ya estaba de pie y vino a golpear a la puerta de mi pieza. Mi madre no me permitía fumar y el entrenador tampoco, así que cuando me ofrecía el paquete yo sonreía y lo seguía por el pasillo poniéndome los pantalones. Caminaba delante de mí, medio maltrecho, y lo sorprendía que yo pudiera saltar un metro para peinar la pelota que bajaba del techo y meterla por la claraboya del taller.
-Sos un cabeza hueca- me decía.
Se reía con Buster Keaton y leía La Prensa, que le prestaba un vecino. Tal vez había envejecido antes de tiempo o quizá se enamoró de una mujer intocable en uno de esos pueblos perdidos por donde nos había arrastrado. Nunca lo sabré. Mi madre ha perdido la memoria y apenas si recuerda el día en que lo conoció, ya de grande, en las barrancas de Mar Del Plata.
Me miró y dijo: "Vamos a desarmar el coche. Después, cuando lo volvamos a armar, no nos tiene que sobrar ni una arandela, así aprendés". Era un día feriado, sin fútbol ni cine. Hacía un calor terrible y a mediodía el cura del barrio se presentó a comer gratis y a ver televisión. Pero antes de que llegara el cura, mi padre me pidió que eligiera por donde empezar. Parecía un cirujano en calzoncillos. Sudaba a mares por la piel de un blanco lechoso que yo detestaba. Al agacharse para aflojar las ruedas del Gordini se le abría el calzoncillo y las bolsas rugosas bajaban hasta el suelo grasiento. Puso tacos de madera bajo los ejes y empezó a sacar tornillos y tuercas, bujes y rulemanes, grampas y resortes. A mí me daba bronca porque creía que nunca más iba a poder llevar a mi novia al otro lado del río y entre los árboles.
Igual ataqué el motor con una caja de llaves inglesas, francesas y suecas. A mediodía, cuando el cura asomó la cabeza en el taller, ya teníamos medio coche desarmado. Los dos estábamos negros de aceite y habíamos perdido por completo el control de la operación. Mi padre había desmontado todo el tren delantero, la tapa del baúl, el parabrisas, y asomaba la cabeza por abajo del tablero de instrumentos. Atrás, yo había sacado válvulas y culatas y trataba de arrancar el maldito cigueñal. De vez en cuando mi viejo gritaba "¡Carajo, qué mal trabajan los franceses!" y arrojaba el velocímetro sobre la mesa mientras arrancaba con furia el cable del cebador. El cura nos miraba perplejo con un vaso de vino en una mano y la botella en la otra y de pronto le preguntó a mi padre cuántas cuotas llevaba pagadas. Ahí se hizo un silencio y el otro casi se pierde los tallarines gratis:
-Doce- le contestó de mal humor mi viejo, que era devoto de cristos y apóstoles. Y con la ayuda de Dios todavía tengo que pagar otras veinticuatro.
Tardamos tres días para convertir al Gordini en miles y miles de piezas diminutas y tontas desparramadas sobre la mesada y el piso. La carcasa era tan liviana que la sacamos al patio para lavarla con la manguera. La segunda tarde mi madre nos desconoció de tan sucios que estábamos y nos prohibió entrar a la casa. Dormíamos en el garaje, sobre unas bolsas, y allí nos traía de comer. Vivíamos en trance, convencidos de que un técnico diplomado en el Otto Krause y un futuro conscripto de la Patria no podían dejarse derrotar por las astucias de un ingeniero francés. Fue entonces cuando mi padre decidió comprimir el motor y aligerar la dirección para que el coche cumpliera una performance digna de su genio.
Hizo un diseño en la pared y me preguntó, desafiante, si todavía pensaba que el fútbol era mas atrayente que la mecánica. Yo no me acordaba cual pieza concordaba con otra ni qué gancho entraba en qué agujero y una noche mi padre salió a buscar al cura para que con un responso lo ayudara a rehacer el embrague. Al fín, una mañana de fines de febrero el coche quedó de nuevo en pie, erguido y lustroso, más limpio que el día en que salió de la fábrica. Lo único que faltaba era la radio que el cura nos había robado en el momento del recogimiento y la oración.
Le pusimos aceite nuevo, agua fresca, grasa de aviación y un bidón de nafta de noventa octanos. Hacía tiempo que mi padre había perdido los calzoncillos y se cubría las verguenzas con los restos de un mantel. Mi novia me había abandonado por los rumores que corrían en la cuadra y mi madre tuvo que lavarnos a los dos con una estopa embebida en querosene. En el suelo brillaba, redonda y solitaria, una inquietante arandela de bronce, pero igual el coche arrancó al primer impulso de llave. Mi padre estaba convencido de haberme dado una lección para toda la vida.
Adujo que la arandela se había caído de una caja de herramientas y la pateó con desdén mientras se paseaba alrededor del Gordini, orgulloso como un gallo de riña. Después me guiñó un ojo, subió al coche y arrancó hacia la ruta. A la noche lo encontré en el hospital de Cañuelas, con un hombro enyesado y moretones por todas partes.
-Andá-me dijo-. Presentate al regimiento como mecánico, que te salvás de los bailes y las guardias.
Ese año hice más de veinte goles sin tirar un solo penal. Por las noches leía a Italo Calvino mientras escribía los primeros cuentos. Mi viejo sabía aceptar sus errores y cuando publiqué mi primera novela, y me fue bien, se convenció de que en realidad su futuro estaba en la literatura. Enseguida escribió un cuento de suspenso titulado La luz mala, que inventó de cabo a rabo. Como Kafka, murió inédito y desconocido de los críticos. Por fortuna para él su único enemigo, grande y verdadero, había sido Perón.
Fuente: www.taringa.net
viernes, 8 de julio de 2011
miércoles, 6 de julio de 2011
Para pensar en el futuro...
Este corto fue realizado para el segundo Festival Ecológico "La Luciérnaga Fundida". Muestra la diferencia de huella ecológica entre generaciones, buscando que nos cuestionemos cómo será nuestra huella. Avancemos al futuro, aprendiendo del pasado.
Al final de cuentas, nos deja la siguiente pregunta: ¿Otro mundo es posible?
Al final de cuentas, nos deja la siguiente pregunta: ¿Otro mundo es posible?
miércoles, 29 de junio de 2011
Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor "del fuego" (Simone Seija Paseyro)
Alguien me dijo que no es casual...que desde siempre las elegimos. Que las encontramos en el camino de la vida, nos reconocemos y sabemos que en algún lugar de la historia de los mundos fuimos del mismo clan.
Pasan las décadas y al volver a recorrer los ríos esos cauces, tengo muy presentes las cualidades que las trajeron a mi tierra personal.
Valientes, reidoras y con labia.
Capaces de pasar horas enteras escuchando, muriéndose de risa, consolando. Arquitectas de sueños, hacedoras de planes, ingenieras de la cocina, cantautoras de canciones de cuna.
Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de "un fuego", nacen fuerzas, crecen magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida, rezongan, se conduelen.
Ese fuego puede ser la mesa de un bar, las idas para afuera en vacaciones, el patio de un colegio, el galpón donde jugábamos en la infancia, el living de una casa, el corredor de una facultad, un mate en el parque, la señal de alarma de que alguna nos necesita o ese tesoro incalculable que son las quedadas a dormir en la casa de las otras.
Las de adolescentes después de un baile, o para preparar un examen, o para cerrar una noche de cine. Las de "veníte el sábado" porque no hay nada mejor que hacer en el mundo que escuchar música, y hablar, hablar y hablar hasta cansarse.
Las de adultas, a veces para asilar en nuestras almas a una con desesperanza en los ojos, y entonces nos desdoblamos en abrazos, en mimos, en palabras, para recordarle que siempre hay un mañana.
A veces para compartir, departir, construir, sin excusas, solo por las meras ganas. El futuro en un tiempo no existía. Cualquiera mayor de 25 era de una vejez no imaginada...y sin embargo...detrás de cada una de nosotras, nuestros ojos.
Cambiamos. Crecimos. Nos dolimos. Parimos hijos. Enterramos muertos. Amamos. Fuimos y somos amadas. Dejamos y nos dejaron. Nos enojamos para toda la vida, para descubrir que toda la vida es mucho y no valía la pena. Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos cuidar. Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. O no. Creímos morirnos muchas veces, y encontramos en algún lugar la fuerza de seguir. Bailamos con un hombre, pero la danza más lograda la hicimos para nuestros hijos al enseñarles a caminar. Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches de luz y de sombras. Noches de miles de estrellas y noches desangeladas. Hicimos el amor, y cuando correspondió, también la guerra. Nos entregamos. Nos protegimos. Fuimos heridas e inevitablemente, herimos. Entonces...los cuerpos dieron cuenta de esas lides (peleas), pero todas mantuvimos intacta la mirada. La que nos define, la que nos hace saber que ahí estamos, que seguimos estando y nunca dejamos de estar. Porque juntas construimos nuestros propios cimientos, en tiempos donde nuestro edificio recién se empezaba a erigir. Somos más sabias, más hermosas, más completas, más plenas, más dulces, más risueñas y por suerte, de alguna manera, más salvajes. Y en aquel tiempo también lo éramos, sólo que no lo sabíamos. Hoy somos todas espejos de las unas, y al vernos reflejadas en esta danza cotidiana, me emociono. Porque cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor "del fuego" que deciden avivar con su presencia, hay fiesta, hay aquelarre, misterio, tormenta, centellas y armonía. Como siempre. Como nunca. Como toda la vida. Para todas las brasas de mi vida, las que arden desde hace tanto, y las que recién se suman al fogón.
Fuente: http://mujeresdescosidas.blogspot.com
Pasan las décadas y al volver a recorrer los ríos esos cauces, tengo muy presentes las cualidades que las trajeron a mi tierra personal.
Valientes, reidoras y con labia.
Capaces de pasar horas enteras escuchando, muriéndose de risa, consolando. Arquitectas de sueños, hacedoras de planes, ingenieras de la cocina, cantautoras de canciones de cuna.
Cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor de "un fuego", nacen fuerzas, crecen magias, arden brasas, que gozan, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, dan vida, rezongan, se conduelen.
Ese fuego puede ser la mesa de un bar, las idas para afuera en vacaciones, el patio de un colegio, el galpón donde jugábamos en la infancia, el living de una casa, el corredor de una facultad, un mate en el parque, la señal de alarma de que alguna nos necesita o ese tesoro incalculable que son las quedadas a dormir en la casa de las otras.
Las de adolescentes después de un baile, o para preparar un examen, o para cerrar una noche de cine. Las de "veníte el sábado" porque no hay nada mejor que hacer en el mundo que escuchar música, y hablar, hablar y hablar hasta cansarse.
Las de adultas, a veces para asilar en nuestras almas a una con desesperanza en los ojos, y entonces nos desdoblamos en abrazos, en mimos, en palabras, para recordarle que siempre hay un mañana.
A veces para compartir, departir, construir, sin excusas, solo por las meras ganas. El futuro en un tiempo no existía. Cualquiera mayor de 25 era de una vejez no imaginada...y sin embargo...detrás de cada una de nosotras, nuestros ojos.
Cambiamos. Crecimos. Nos dolimos. Parimos hijos. Enterramos muertos. Amamos. Fuimos y somos amadas. Dejamos y nos dejaron. Nos enojamos para toda la vida, para descubrir que toda la vida es mucho y no valía la pena. Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos cuidar. Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. O no. Creímos morirnos muchas veces, y encontramos en algún lugar la fuerza de seguir. Bailamos con un hombre, pero la danza más lograda la hicimos para nuestros hijos al enseñarles a caminar. Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches de luz y de sombras. Noches de miles de estrellas y noches desangeladas. Hicimos el amor, y cuando correspondió, también la guerra. Nos entregamos. Nos protegimos. Fuimos heridas e inevitablemente, herimos. Entonces...los cuerpos dieron cuenta de esas lides (peleas), pero todas mantuvimos intacta la mirada. La que nos define, la que nos hace saber que ahí estamos, que seguimos estando y nunca dejamos de estar. Porque juntas construimos nuestros propios cimientos, en tiempos donde nuestro edificio recién se empezaba a erigir. Somos más sabias, más hermosas, más completas, más plenas, más dulces, más risueñas y por suerte, de alguna manera, más salvajes. Y en aquel tiempo también lo éramos, sólo que no lo sabíamos. Hoy somos todas espejos de las unas, y al vernos reflejadas en esta danza cotidiana, me emociono. Porque cuando las cabezas de las mujeres se juntan alrededor "del fuego" que deciden avivar con su presencia, hay fiesta, hay aquelarre, misterio, tormenta, centellas y armonía. Como siempre. Como nunca. Como toda la vida. Para todas las brasas de mi vida, las que arden desde hace tanto, y las que recién se suman al fogón.
Fuente: http://mujeresdescosidas.blogspot.com
viernes, 24 de junio de 2011
Dios Mio... (Mahatma Gandhi)
Ayúdame a decir la palabra de verdad en la cara de los fuertes, y a no mentir para congraciarme el aplauso de los débiles.
Si me das dinero, no tomes mi felicidad, y si me das fuerzas, no quites mi raciocinio.
Si me das éxito no me quites la humildad, si me das humildad, no quites mi dignidad.
Ayúdame a conocer la otra cara de la imagen, y no me dejes acusar a mis adversarios, tachándoles de traidores porque no comparten mi criterio.
Enséñame a amar a los demás como me amo a mí mismo, y a juzgarme como lo hago con los demás.
No me dejes embriagar con el éxito cuando lo logre, ni desesperarme si fracaso.
Más bien, hazme siempre recordar que el fracaso es la prueba que antecede al éxito.
Enséñame...que la tolerancia es el más alto grado de la fuerza y que el deseo de venganza es la primera manifestación de la debilidad.
Si me despojas del dinero, déjame la esperanza, y si me despojas del éxito, déjame la fuerza de voluntad para poder vencer el fracaso.
Si me despojas del don de la salud, déjame la gracia de la fe.
Si hago daño a la gente, dame la fuerza de la disculpa, y si la gente me hace daño, dame la fuerza del perdón y la clemencia.
DIOS MIO...SI TE OLVIDO..¡¡NO ME OLVIDES!!..
AMÉN
MAHATMA GANDHI
Fuente: http://arteymente.blogspot.com
Si me das dinero, no tomes mi felicidad, y si me das fuerzas, no quites mi raciocinio.
Si me das éxito no me quites la humildad, si me das humildad, no quites mi dignidad.
Ayúdame a conocer la otra cara de la imagen, y no me dejes acusar a mis adversarios, tachándoles de traidores porque no comparten mi criterio.
Enséñame a amar a los demás como me amo a mí mismo, y a juzgarme como lo hago con los demás.
No me dejes embriagar con el éxito cuando lo logre, ni desesperarme si fracaso.
Más bien, hazme siempre recordar que el fracaso es la prueba que antecede al éxito.
Enséñame...que la tolerancia es el más alto grado de la fuerza y que el deseo de venganza es la primera manifestación de la debilidad.
Si me despojas del dinero, déjame la esperanza, y si me despojas del éxito, déjame la fuerza de voluntad para poder vencer el fracaso.
Si me despojas del don de la salud, déjame la gracia de la fe.
Si hago daño a la gente, dame la fuerza de la disculpa, y si la gente me hace daño, dame la fuerza del perdón y la clemencia.
DIOS MIO...SI TE OLVIDO..¡¡NO ME OLVIDES!!..
AMÉN
MAHATMA GANDHI
Fuente: http://arteymente.blogspot.com
martes, 14 de junio de 2011
sábado, 4 de junio de 2011
martes, 31 de mayo de 2011
Historia verídica (Julio Cortázar)
A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto.
Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere enseguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.
Fuente: www.ciudadseva.com
Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere enseguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.
Fuente: www.ciudadseva.com
viernes, 27 de mayo de 2011
30 Curiosidades sobre videojuegos
1- Ralph Baer creó la Magnavox Oddysey (izquierda en la foto) en el año 1972, que se convertiría en la primera videoconsola de la historia. Seis años más tarde crearía el Simon (1978), el más popular de los juguetes electrónicos.
2- El primer trabajo de Mario Bros fue de carpintero en el Donkey Kong y no de fontanero (plomero). Entonces no se llamaba Mario, sino Jumpman.
3- El Oxo (1952), un tres en raya, es considerado el primer videojuego con gráficos de la historia (los juegos en modo texto ya existían). A pesar de eso, existen ciertas dudas sobre si realmente fue el primer juego, ya que una patente que data de 1947 describe un juego de simulación de misiles utilizando un tubo de rayos catódicos (electrodos negativos).
4- Pacman nació una noche que su creador, Tohru Iwatani, salió a cenar con sus amigos. Pidieron pizza, y la idea del personaje se le vino a la cabeza al ver la figura que quedaba al tomar la primera porción.
5- Japón sufrió una gran escasez de monedas usadas en las recreativas con la llegada de Space Invaders. En un primer momento se hizo frente a esta situación abaratando el precio de las jugadas, pero no fue suficiente y al final el gobierno tuvo que intervenir poniendo más monedas en circulación.
6- El mejor jugador del mundo de Pacman se llama Billy Mitchel y consiguió en el juego una puntuación de 3.333.360 puntos llegando al nivel 255 (penúltimo nivel) con la primera vida y comiendo cada una de las frutas.
7- La primera máquina arcade operada por monedas fue Computer Space, lanzada al mercado en Noviembre de 1971 por Nutting Associates. El dinero que obtuvieron sus creadores, Nolan Bushnell y Ted Dabney, lo utilizaron para fundar Atari.
8- La primera máquina tragamonedas de la historia fue la Liberty Bell, construida en San Francisco en el año 1891 por el mecánico alemán Charles Fey. Inspirada en el juego del Poker, la "Campana de la Libertad" premiaba a sus jugadores con bebidas y cigarrillos, y no con dinero en efectivo.
9- Gracias a un fallo de diseño del chip TIA de la Atari 2600 y a la utilización de una técnica llamaba H-Strobe, se logró pasar el arcade Space Invaders a la Atari 2600. Es curioso que el mejor juego de Atari 2600 se llevara a cabo aprovechando un error de la máquina.
10- El Polybius es el juego arcade más misterioso de todos los tiempos y no se conserva ni una sola copia del mismo. Según cuenta la leyenda, este juego que apareció en unos pocos sitios de Portland (Oregón), era un experimento del gobierno de EEUU capaz de causar pesadillas y pérdidas de memoria a los jugadores.
Esta leyenda urbana fue parodiada en Los Simpsons, apareciendo el arcade Polybius en el salón recreativo al que acude Bart.
11- Al contrario de lo que se cree, Sega fue originariamente una compañía americana. Su nombre era Service Games (SeGa) y se dedicaban a la importación y reparación de recreativas traidas de Japón.
12- No todos los Street Fighter son juegos de lucha. El Street Fighter 2010 es un juego de acción futurista en el que su protagonista llamado Kevin debe hacer frente a hordas de criaturas mutantes. En su llegada a Estados Unidos y como una estrategia comercial de Capcom América, el nombre de Kevin fue cambiado por Ken.
13- La Treamcast es una consola pirata compatible con la Dreamcast que además incluye una pantalla LCD. Es curioso que la compañía china que la fabricaba se hubiera volcado precisamente por una máquina que comercialmente no tuvo mucho éxito.
14- Tras el éxito taquillero de ET, se preparó un videojuego inspirado en la película para la Atari 2600. Estaban tan seguros de que sería un bombazo que fabricaron más cartuchos que el número de videoconsolas que habían vendido.
Una mecánica simple y aburrida unida a un fallo enorme en el juego hizo que Atari no encontrara ninguna salida para los cartuchos del simpático extraterreste.
Según cuenta la leyenda urbana, Atari optó por enterrar los juegos de ET en un desierto de Nuevo México, para evitar el elevado coste que suponía almacenarlos. En el lugar donde se cree que se enterraron hay un cartel que dice: "Aquí descansa ET y su familia".
15- En el arcade Pacman, no hay forma de pausar el juego, pero sí hay una forma de tomarse un respiro. Existe un lugar dentro del laberinto al que se puede llegar cuando ninguno de los fantasmas esté cerca y que permite que el jugador se esconda en un lugar donde nadie lo encontrará.
16- Uno de los secretos más asombrosos del Super Mario Bros de NES (Nintendo) es el del Minus World o Mundo -1. Un mundo al que se puede llegar atravesando una pared y que se compone de una fase de agua. A pesar de que Mario llegue al final, una tubería lo mandará al principio con el tiempo que le quedaba, por lo que si Mario pisa el Mundo -1, está condenado a morir.
17- Nintendo se fundó en el año 1889 por Fusajiro Yamauchi. En sus comienzos era una compañía que fabricaba y distribuía un juego de cartas de flores pintadas a mano llamadas Hanafuda que gozaron de una gran popularidad. En el año 1956, Hiroshi Yamauchi (nieto de Fusajiro) viajó a EEUU para reunirse con el presidente de la compañía lider en fabricación de cartas de América. Al ver que la oficina que usaban era muy pequeña se dio cuenta de lo limitado que estaba su negocio, por lo que optó por cambiar sus productos. También aprovechó el viaje para firmar un acuerdo con Disney para el uso de sus personajes en las cartas.
18- La gente de la Unión Soviética también disfrutó de las máquinas arcade, aunque su repertorio era propio y sus máquinas estaban basadas en los primeros juegos japoneses y americanos. Una característica de las máquinas rusas es que no disponían de ranking de puntuaciones: "Si consigues bastantes puntos ganas en un juego libre, pero no hay ranking" (Alexander Stakhanov, fundador del museo de Arcades Soviéticos).
19- En China está prohibido que los menores jueguen más de tres horas a videojuegos online, por varios casos de muertes tras largas jornadas videojueguiles.
20- El Dr. Kawashima, padre del Brain Training, no ha cobrado por su "best seller". El dinero generado por el juego, unos 15 millones de euros, los ha cedido íntegramente a la investigación de la lucha contra el cáncer. Según él, su sueldo de 70.000 euros anuales que le reporta su trabajo en la Universidad de Tohoku es más que suficiente para vivir de forma digna.
Otra curiosidad del Dr. Kawashima es que no le gustan los videojuegos y tan sólo deja a sus hijos jugar una hora al día.
21- La primera máquina arcade comercial de Atari fue el Pong, y el primer modelo lo situó Nolan Bushnell en una gasolinera. Cuando volvió al cabo de un tiempo para ver qué tal había ido, la máquina no funcionaba: estaba llena de monedas.
22- El Break Out nació como una versión del Pong para un solo jugador. Al Alcorn, ingeniero de Atari y creador del Pong, había diseñado un prototipo que usaba demasiados chips para mover el juego, por lo que resultaba no rentable como producto comercial sacar algo así. En busca de una solución, Nolan Bushnell propuso un desafío a sus empleados que consistía en reducir el número de chips, y el ganador obtendría una jugosa recompensa económica. Steve Jobs se enteró del concurso y se lo propuso a su amigo Steve Wozniak, quien en tan solo 72 horas logró reducir los 75 chips a tan sólo 25. Steve Jobs cobró la recompensa y le dio a Wozniak una pequeña parte del premio. Wozniak se enteraría más tarde de esta jugarreta, pero Jobs le diría que gran parte del dinero lo utilizó para fundar Apple.
23- El Pacman fue el primer juego que tuvo "personaje".
24- A partir del nivel 18, los fantasmas del Pacman dejan de volverse azules y ya no se pueden comer.
25- El juego más raro del mundo es el Nintendo World Championships 1990 para NES, y únicamente hay 116 unidades en circulación. Cada vez que uno de estos cartuchos se subasta en Ebay, el precio final suele ser impresionante.
26- El diseño del Triforce de Zelda está basado en el estandarte de el clan feudal japonés Hojo.
27- La primera mascota de Sega fue Alex Kidd.
28- Un representante americano de Capcom comentó que en el juego Final Fight era de mal gusto que los protagonistas tuvieran que enfrentarse con chicas en una pelea. El diseñador japonés del juego le contestó que no había ninguna chica en el juego. Cuando el americano le preguntó por Poison y Roxy el japonés respondió que no eran chicas, sino transexuales. A las dos "chicas" se les cambió el corte de pelo y vestuario para la versión final.
29- Nintendo inventó la cruceta y el primer mando en el que se incorporó fue en el pad de NES. Sin embargo, un sistema de control parecido era el de la Mattel Intellivision, que consistía en un disco que al ser presionado con el dedo, era capaz de distinguir entre 16 posiciones distintas.
30- Pacman es conocido como Puck-man en Japón, pero fue su entrada en el mercado americano la que propició su cambio de nombre debido a las similitudes en la lengua anglosajona de las palabras "Puck" y "Fuck".
Fuente: www.pixfans.com
2- El primer trabajo de Mario Bros fue de carpintero en el Donkey Kong y no de fontanero (plomero). Entonces no se llamaba Mario, sino Jumpman.
3- El Oxo (1952), un tres en raya, es considerado el primer videojuego con gráficos de la historia (los juegos en modo texto ya existían). A pesar de eso, existen ciertas dudas sobre si realmente fue el primer juego, ya que una patente que data de 1947 describe un juego de simulación de misiles utilizando un tubo de rayos catódicos (electrodos negativos).
4- Pacman nació una noche que su creador, Tohru Iwatani, salió a cenar con sus amigos. Pidieron pizza, y la idea del personaje se le vino a la cabeza al ver la figura que quedaba al tomar la primera porción.
5- Japón sufrió una gran escasez de monedas usadas en las recreativas con la llegada de Space Invaders. En un primer momento se hizo frente a esta situación abaratando el precio de las jugadas, pero no fue suficiente y al final el gobierno tuvo que intervenir poniendo más monedas en circulación.
6- El mejor jugador del mundo de Pacman se llama Billy Mitchel y consiguió en el juego una puntuación de 3.333.360 puntos llegando al nivel 255 (penúltimo nivel) con la primera vida y comiendo cada una de las frutas.
7- La primera máquina arcade operada por monedas fue Computer Space, lanzada al mercado en Noviembre de 1971 por Nutting Associates. El dinero que obtuvieron sus creadores, Nolan Bushnell y Ted Dabney, lo utilizaron para fundar Atari.
8- La primera máquina tragamonedas de la historia fue la Liberty Bell, construida en San Francisco en el año 1891 por el mecánico alemán Charles Fey. Inspirada en el juego del Poker, la "Campana de la Libertad" premiaba a sus jugadores con bebidas y cigarrillos, y no con dinero en efectivo.
9- Gracias a un fallo de diseño del chip TIA de la Atari 2600 y a la utilización de una técnica llamaba H-Strobe, se logró pasar el arcade Space Invaders a la Atari 2600. Es curioso que el mejor juego de Atari 2600 se llevara a cabo aprovechando un error de la máquina.
10- El Polybius es el juego arcade más misterioso de todos los tiempos y no se conserva ni una sola copia del mismo. Según cuenta la leyenda, este juego que apareció en unos pocos sitios de Portland (Oregón), era un experimento del gobierno de EEUU capaz de causar pesadillas y pérdidas de memoria a los jugadores.
Esta leyenda urbana fue parodiada en Los Simpsons, apareciendo el arcade Polybius en el salón recreativo al que acude Bart.
11- Al contrario de lo que se cree, Sega fue originariamente una compañía americana. Su nombre era Service Games (SeGa) y se dedicaban a la importación y reparación de recreativas traidas de Japón.
12- No todos los Street Fighter son juegos de lucha. El Street Fighter 2010 es un juego de acción futurista en el que su protagonista llamado Kevin debe hacer frente a hordas de criaturas mutantes. En su llegada a Estados Unidos y como una estrategia comercial de Capcom América, el nombre de Kevin fue cambiado por Ken.
13- La Treamcast es una consola pirata compatible con la Dreamcast que además incluye una pantalla LCD. Es curioso que la compañía china que la fabricaba se hubiera volcado precisamente por una máquina que comercialmente no tuvo mucho éxito.
14- Tras el éxito taquillero de ET, se preparó un videojuego inspirado en la película para la Atari 2600. Estaban tan seguros de que sería un bombazo que fabricaron más cartuchos que el número de videoconsolas que habían vendido.
Una mecánica simple y aburrida unida a un fallo enorme en el juego hizo que Atari no encontrara ninguna salida para los cartuchos del simpático extraterreste.
Según cuenta la leyenda urbana, Atari optó por enterrar los juegos de ET en un desierto de Nuevo México, para evitar el elevado coste que suponía almacenarlos. En el lugar donde se cree que se enterraron hay un cartel que dice: "Aquí descansa ET y su familia".
15- En el arcade Pacman, no hay forma de pausar el juego, pero sí hay una forma de tomarse un respiro. Existe un lugar dentro del laberinto al que se puede llegar cuando ninguno de los fantasmas esté cerca y que permite que el jugador se esconda en un lugar donde nadie lo encontrará.
16- Uno de los secretos más asombrosos del Super Mario Bros de NES (Nintendo) es el del Minus World o Mundo -1. Un mundo al que se puede llegar atravesando una pared y que se compone de una fase de agua. A pesar de que Mario llegue al final, una tubería lo mandará al principio con el tiempo que le quedaba, por lo que si Mario pisa el Mundo -1, está condenado a morir.
17- Nintendo se fundó en el año 1889 por Fusajiro Yamauchi. En sus comienzos era una compañía que fabricaba y distribuía un juego de cartas de flores pintadas a mano llamadas Hanafuda que gozaron de una gran popularidad. En el año 1956, Hiroshi Yamauchi (nieto de Fusajiro) viajó a EEUU para reunirse con el presidente de la compañía lider en fabricación de cartas de América. Al ver que la oficina que usaban era muy pequeña se dio cuenta de lo limitado que estaba su negocio, por lo que optó por cambiar sus productos. También aprovechó el viaje para firmar un acuerdo con Disney para el uso de sus personajes en las cartas.
18- La gente de la Unión Soviética también disfrutó de las máquinas arcade, aunque su repertorio era propio y sus máquinas estaban basadas en los primeros juegos japoneses y americanos. Una característica de las máquinas rusas es que no disponían de ranking de puntuaciones: "Si consigues bastantes puntos ganas en un juego libre, pero no hay ranking" (Alexander Stakhanov, fundador del museo de Arcades Soviéticos).
19- En China está prohibido que los menores jueguen más de tres horas a videojuegos online, por varios casos de muertes tras largas jornadas videojueguiles.
20- El Dr. Kawashima, padre del Brain Training, no ha cobrado por su "best seller". El dinero generado por el juego, unos 15 millones de euros, los ha cedido íntegramente a la investigación de la lucha contra el cáncer. Según él, su sueldo de 70.000 euros anuales que le reporta su trabajo en la Universidad de Tohoku es más que suficiente para vivir de forma digna.
Otra curiosidad del Dr. Kawashima es que no le gustan los videojuegos y tan sólo deja a sus hijos jugar una hora al día.
21- La primera máquina arcade comercial de Atari fue el Pong, y el primer modelo lo situó Nolan Bushnell en una gasolinera. Cuando volvió al cabo de un tiempo para ver qué tal había ido, la máquina no funcionaba: estaba llena de monedas.
22- El Break Out nació como una versión del Pong para un solo jugador. Al Alcorn, ingeniero de Atari y creador del Pong, había diseñado un prototipo que usaba demasiados chips para mover el juego, por lo que resultaba no rentable como producto comercial sacar algo así. En busca de una solución, Nolan Bushnell propuso un desafío a sus empleados que consistía en reducir el número de chips, y el ganador obtendría una jugosa recompensa económica. Steve Jobs se enteró del concurso y se lo propuso a su amigo Steve Wozniak, quien en tan solo 72 horas logró reducir los 75 chips a tan sólo 25. Steve Jobs cobró la recompensa y le dio a Wozniak una pequeña parte del premio. Wozniak se enteraría más tarde de esta jugarreta, pero Jobs le diría que gran parte del dinero lo utilizó para fundar Apple.
23- El Pacman fue el primer juego que tuvo "personaje".
24- A partir del nivel 18, los fantasmas del Pacman dejan de volverse azules y ya no se pueden comer.
25- El juego más raro del mundo es el Nintendo World Championships 1990 para NES, y únicamente hay 116 unidades en circulación. Cada vez que uno de estos cartuchos se subasta en Ebay, el precio final suele ser impresionante.
26- El diseño del Triforce de Zelda está basado en el estandarte de el clan feudal japonés Hojo.
27- La primera mascota de Sega fue Alex Kidd.
28- Un representante americano de Capcom comentó que en el juego Final Fight era de mal gusto que los protagonistas tuvieran que enfrentarse con chicas en una pelea. El diseñador japonés del juego le contestó que no había ninguna chica en el juego. Cuando el americano le preguntó por Poison y Roxy el japonés respondió que no eran chicas, sino transexuales. A las dos "chicas" se les cambió el corte de pelo y vestuario para la versión final.
29- Nintendo inventó la cruceta y el primer mando en el que se incorporó fue en el pad de NES. Sin embargo, un sistema de control parecido era el de la Mattel Intellivision, que consistía en un disco que al ser presionado con el dedo, era capaz de distinguir entre 16 posiciones distintas.
30- Pacman es conocido como Puck-man en Japón, pero fue su entrada en el mercado americano la que propició su cambio de nombre debido a las similitudes en la lengua anglosajona de las palabras "Puck" y "Fuck".
Fuente: www.pixfans.com
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